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El Consuelo de mi Suegra

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El Consuelo de mi SuegraA mis veintitrés años me he convertido en uno de los enólogos más jóvenes de la comarca. Bien es verdad que el hecho de tener como novia a la hija del dueño de la bodega ayuda bastante, no digo que no, pero no es por no quitarme méritos… desde pequeño he “nadado” en vino y se puede decir que puedo valorar y catalogar mejor que muchos de los experimentados profesionales que conozco. Provengo de una familia humilde, pero muy trabajadora y casi todo lo aprendí de mi abuelo, un hombre que sabía todo en torno a este mundo y esa fue mi mejor baza para poder empezar en la bodega de mi futuro suegro. Me contrataron a prueba con 20 años, en un principio, gracias al nombre y prestigio de mi abuelo, pero después se puede decir que fui ganando la confianza de mis superiores con mi tesón en el trabajo y mi gran interés por conocer más cada día en este apasionante mundo. Así es como a los pocos meses logré entrar a trabajar en el laboratorio y fue allí donde conocí a Sofía, mi chica, la hija de los dueños.Sofía me pareció una chica muy interesante en el primer impacto visual. Es cierto que no es un bombón ni nada por el estilo, pero tiene un no sé qué que para mí resulta tremendamente atractivo. Ese primer día en el laboratorio que me encontré con ella, me pareció muy sexy. Llevaba una bata blanca y estaba atareada rellenando un informe. Recuerdo que esa pose ya me encandiló, viéndola enfrascada en un microscopio, sentada en un taburete con sus piernas cruzadas y aquella melena negra larga que brillaba tanto como sus ojos. Levantó la mirada y esos enormes ojos negros contactaron con los míos dejándome atontado.- ¡Uy!, hola no te había visto. – me dijo levantándose del taburete de un gracioso saltito.- Hola.- Soy Sofía, tú debes ser… – me sonrió esperando mi respuesta.- Yo soy Víctor. – respondí dándole dos besos.Aquella chica, apenas dos años menor que yo, resultó ser, aparte de mi nueva jefa, la encargada de darme las pautas de ese laboratorio y la que me iría enseñando algunas cosas nuevas que yo desconocía del vino, no solamente desde el punto de vista del sabor, el color, el aroma… sino a entenderlo desde su parte más técnica, a saber los porqués de sus reacciones químicas… Ella apenas tenía experiencia y escasos conocimientos, pero los pocos que tenía los fue compartiendo conmigo. Yo estaba encantado de tener a aquella joven y simpática profesora. Poco a poco, aparte de buenos compañeros, fuimos entablando una gran amistad y al cabo de un mes ya estábamos compartiendo algo más que mesa de trabajo y tubos de ensayo.A modo de juego, recuerdo cómo le iba robando besos a mi compañera de mesa, justo cuando nos quedábamos a solas en el laboratorio, aunque tengo que confesar que la mayoría de las veces era ella la que me atacaba a mí, incluso habiendo gente cerca, algo que me ponía nervioso, pero al tiempo ese juego a escondidas resultaba muy morboso. Recuerdo aquella vez que hablábamos con uno de los encargados frente a nosotros sobre un problema con una barrica y la muy pícara empezó a acariciar mi polla por encima del pantalón escondida bajo la mesa. Yo no sabía ni cómo ponerme, pero veía en su perfil como sonreía triunfadora y traviesa. Otra vez llegó a trabajar antes que yo y me pidió que le diera un masaje en los hombros. Se puso de espaldas a mí y comencé a darle ese masaje relajante sobre la bata, pero ella me decía que era difícil y soltándose unos botones de la blanca prenda me permitió meter los dedos directamente sobre la piel de sus finos hombros.- ¡No llevas sostén! – le dije en voz baja para que no nos oyera otro compañero que estaba relativamente cerca.- Ni braguitas tampoco.- ¿Estás desnuda? – pregunté alucinado en un susurro junto a su oído.Su sonrisa era diabólicamente cachonda que me puso a mil. Se dio la vuelta para que nuestro otro compañero no viera nada y se abrió su bata de par en par. Fue la primera vez que vi el cuerpo desnudo de Sofía y evidentemente, aluciné. Sus tetas eran más bien pequeñas, pero a mí me encantaron, lo mismo que su cintura estrecha, su vientre plano y su sexo rasurado que me hicieron perder la razón. Me abalancé sobre ese cuerpo y ella me empujaba riendo como si aquello no formase parte del juego.De aquellas travesuras, besos furtivos, tocamientos mezclados con risas y bromas, juegos de lo más variados, pasamos a terminar follando como locos en una de las grandes neveras donde guardamos las muestras sin importarnos que la pequeña estancia estuviera a 5 grados bajo cero.Sofía era y es una mujer ardiente, le gusta el sexo y a pesar de su juventud tenía ya entonces una amplia experiencia. Aunque yo había tenido algunas otras aventuras con chicas del pueblo, quedaban bastante lejos de los conocimientos de esa mujer ardiente que no solo me enseñó las fórmulas químicas sino también las más locas de las artes amatorias. Fueron mis primeras mamadas y mis primeros polvos en entrega total y desenfrenada, en posturas inimaginables que sólo conocía de las pelis porno. Nunca dimos a conocer nuestras pequeñas aventuras, pues ambos sabíamos que eso podría separarnos definitivamente, por lo que preferimos llevarlo en absoluto secreto, aparte de que nuestros juegos cuanto más locos y prohibidos más nos ponían…Ella me fue contando cosas de su vida, de su familia y así fue como me fui enterando de quien era mi jefe, Don Ernesto, a quien apenas había visto dos o tres veces en mis tres primeros meses de trabajo ya que el laboratorio estaba en un edificio separado de las oficinas principales.Ella siempre me hablaba de su padre y lo hacía con total admiración. Un hombre de cincuenta años, reconocido empresario viticultor, con un par de marcas de un vino bien catalogado a nivel nacional, dueño de un par de negocios inmobiliarios y la bodega en la que trabajo, una de las más reconocidas de la comarca. Actualmente Ernesto tiene más de ochenta personas a su cargo, sin contar la época de vendimia. Un hombre, con cierto carácter, según ella me contaba, muy obsesionado con su trabajo y puntilloso, obsesionado con hacer las cosas bien. Por otro lado, según Sofía me contaba, es un padrazo y tiene a su hija como se suele decir “entre algodones”, tratándola, como a una niña, pues es hija única y evidentemente, su ojito derecho, pero de niña inocente… más bien poco. Ernesto, enviudó cuando apenas Sofía tenía seis años, ahora ella tiene veinte. Fueron momentos muy duros para él y evidentemente también para ella. Unos años más tarde, su padre conoció a una mujer divorciada con la que se casó al poco tiempo y que es actualmente la madrastra de Sofía. Se llama Mónica y tiene diez años menos que su esposo, es decir cuarenta. La relación de mi chica con su nueva madre, por cierto, fue complicada desde un principio y no marcha del todo bien actualmente pero intentan respetar el espacio de cada una en todo lo posible. Las descripciones que me daba sobre su madrastra nada tenían que ver con las de su padre, al que ensalzaba y adoraba. Cada vez que salía a escena el nombre de Mónica, ella se ponía tensa y yo evitaba sacar la conversación siempre que podía. Hasta entonces no había tenido oportunidad de conocerla, pero por las cosas que me contaba Sofía, parecía ser toda una bruja.Fue al cabo de unos cuatro o cinco meses cuando me dieron el aviso de que el gran jefe, me quería ver en su despacho. Me temí lo peor, porque cuando llamaba no era para dar coba precisamente. De todos era sabido su carácter y su forma de proceder. Subí a las oficinas preocupado y allí me atendió su secretaria que me hizo esperar sentado en uno de los sofás de recepción unos cuantos minutos que se me hicieron eternos y donde se incrementó mi nerviosismo.En esa espera estaba cuando de pronto apareció por los pasillos una mujer impresionante. En ese momento me pareció que todo el mundo se había detenido y no había nada a mi alrededor, solo una increíble mujer rubia que llevaba un porte poderosamente sexy y elegante a la vez. Supe al instante que se trataba de Mónica, la esposa del jefe y madrastra de Sofía. No había tenido oportunidad de conocerla hasta entonces, pero sí había escuchado hablar a algunos compañeros de ella, comentando sus lindezas y grandes dotes, creyendo que estaban exagerando aunque después de verla, comprendí que se habían quedado realmente cortos en sus descripciones.¡Qué imagen más impactante e hipnotizante! Esa mujer llevaba un traje de chaqueta gris, con una falda de tubo muy ceñida, una blusa de una o dos tallas menos, lo que hacía resaltar aquel busto extraordinariamente y unas medias negras rematadas con unos zapatos de tacón de aguja. Noté que se me secaba la garganta al presenciar aquella escena por primera vez, algo que además será difícil de olvidar mientras viva. La primera visión de Mónica es algo que permanecerá para siempre en mis retinas.Desde luego no me la había imaginado así, ni muchísimo menos, ya que Sofía nunca me detalló sus enormes aptitudes físicas, muy alejada del prototipo de bruja que había dibujado en mi cabeza. Le acompañaban dos clientes que parecían más enfrascados en observar el culo y el resto de la anatomía de Mónica que en prestar atención a lo que ella les mostraba en un dossier. Esa belleza impresionante se deshacía en gestos de lo más sugerentes, sonrisas y miradas provocativas hacia aquellos clientes, lo que llevaría a que seguramente firmaran el contrato sin apenas mirar las condiciones. No era para menos. Mónica era una mujer madura que no aparentaba haber pasado esa frontera de los cuarenta, tremendamente atractiva, con un pelo rubio, rizado, ojos marrones grandes, una naricilla respingona y unos labios carnosos. Verla era comprender cómo era una mujer repleta de curvas, más remarcadas con aquel uniforme de ejecutiva agresiva, de gran volumen de pecho y de portentosas caderas, acompañado de una estrecha cintura y unas gafitas de pasta que la hacían, si cabe, más atrayente todavía.Yo no podía quitar la mirada de aquel bellezón, que ciertamente podría ser mi madre, pero que me cautivó en un instante. Ni cuenta me di, que tenía a su marido en pie delante de mí observando cómo estaba comiéndome con los ojos a su esposa completamente ensimismado en sus andares y su extraordinaria belleza.- ¡Víctor! – me dijo el hombre casi en un grito en tono seco.Me puse en pie como un resorte. Noté como los carrillos me ardían. Sabía que él me había visto en esa distracción inolvidable, pero también que eso podría traerme terribles consecuencias. Me puse en lo peor.- Vamos a mi despacho – añadió serio.Seguí sus pasos avergonzado y preocupado. Me fijé también en ese hombre que caminaba delante de mí y nada tenía que ver con su esposa precisamente. Un hombre no muy alto, algo grueso, con una gran calvicie y con un aspecto mucho mayor de los cincuenta que me había contado su hija que tenía.- Víctor Gallardo, ¿verdad? – me dijo invitándome a sentar en una silla al otro lado de su gran mesa de caoba mirándome fijamente a los ojos hasta llegar a intimidarme.- Sí… don Ernesto. – contesté removiendo el pico de mi bata blanca de laboratorio.- Llámame Ernesto.- Sí, don Ernesto… digo Ernesto.- ¿Qué tal tu trabajo en el laboratorio? – me preguntó.- Bien.- ¿Y con mi hija?- Esto… bien.- ¿Sabes que está formándose para ser la enóloga de la bodega?- Sí, claro, precisamente estoy aprendiendo mucho con ella.- Lo sé, aprendiendo mucho… – dijo con cierto retintín.- Es una buena compañera. – traté de justificarme revolviéndome en la silla.- No hace falta que disimules, Víctor.Creí morirme en ese instante, no sabía qué responder, pero él me miraba serio, aunque me parecía vislumbrar una leve sonrisa, divertido de ver mi cara de susto. Traté de pensar rápidamente qué contestar, qué poder justificar ó qué hacer para tratar de convencer, pero era imposible jugar con ese hombre que de seguro estaba enterado de nuestro lío y aparte de mi jefe, ¡era el padre de Sofía!- Entonces… usted sabe por ella… – dije yo tartamudeando y vencido ante su mirada desafiante.- No, ella no me lo ha dicho.- ¿Pero?- Acabas de hacerlo tú. Se ve por tu cara que sois más que compañeros. – añadió.El tío era un crack, pues sin saber nada, lo había sospechado o se me había notado demasiado, no lo sé, pero desde luego era un hombre de mundo que conocía a fondo a sus empleados con solo mirarles a la cara. A mí me había pillado en fuera de juego de lleno con una grandísima habilidad.- Disculpe, don Ernes… Ernesto, pero solo somos amigos.- Tranquilo, no te voy a despedir. Lo que quiero es el bien de mi hija. Y espero que tú sepas valorar eso y respetarla.- Por supuesto.- Espero que vayas en serio con ella.- Claro. – respondí aunque no sabía muy bien si definir cómo “seria” nuestra relación- Tampoco quiero que eso dificulte tu trabajo y por supuesto tampoco el de mi hija, ni que descuide sus estudios de enología. ¿Me comprendes?- Por supuesto. – respondí con rotundidad.- Bien, casi no te conozco, pero espero que ella haya sabido con quien empezar a tener una relación.- Soy una persona seria, don Ernesto… digo, Ernesto.- Lo sé. Tengo aquí tu informe y tus compañeros hablan maravillas de ti.Aquello me gustó y no pude reprimir una gran sonrisa, primero porque me viera de la mejor manera y que mis compañeros hubieran comentado esas cosas buenas de mí… que es bastante cierto, soy un buen chico.- Víctor, necesito que ayudes a mi hija. – me comentó levantando su vista del informe y mirándome fijamente…- ¿Qué le ayude a ella?, ¿Yo?- Si, tú.- Pero…- Mira, Sofía es una cría de tan solo diecinueve años. Ahora está formándose en la parte técnica, pero no vale solo con eso. El máster que está haciendo en la universidad va a servirle de mucho y a nuestra bodega también, pero el vino no es solo un producto químico con unas características técnicas como muchos se empeñan en decir.- Desde luego que no. – afirmé seguro.- Por eso. Tuve la suerte de conocer a tu abuelo, un gran hombre y con el que aprendí muchas cosas.- ¿Usted?, ¿Aprendió de mi abuelo?- Sí. Tu abuelo era un amante de este trabajo, que para él era una gran pasión. Recuerdo cuando me decía que el vino estaba vivo y cómo había que tratarlo, mimarlo, descubrir sus interioridades, las sorpresas que podría darte si sabías cómo domarlo.- Sí, mi abuelo siempre decía eso… domar el vino.- Por eso. Sé que él también te enseñó esas cosas, esas interioridades, esa pasión y quiero que tú se las contagies a mi hija, quiero que aprenda a ser una enóloga de cabeza, pero ante todo de corazón. Yo no puedo encaminarla en esa parte, porque no he sabido nunca transmitirle esas cosas, pero sé que tú sí. Sé que vives tu trabajo con pasión y eso es lo que quiero que ella empiece a ver también.Era reconfortante oír aquello pero más saber cómo parecía conocerme ese hombre, mucho más de lo que imaginaba, mientras que yo no sabía ni qué decir, pensando que lo que esperaba de su visita no fuera otra cosa que reprenderme por estar con su hija o por babear al observar a su esposa minutos antes de entrar en su despacho, aunque luego comprendería que no era el único en admirar la belleza de su mujer, porque todos volvían la cabeza a su paso y a eso, Ernesto, debía estar acostumbrado.Aquel hombre me fue dando unas pautas de cómo ir adiestrando a su hija en el mundo vitivinícola, desde conocer las cepas, hasta saber cuánto pueden influir las heladas, la tierra o la forma de cortar un racimo y descubrí que parecía tener la misma pasión contando las cosas que mi abuelo.- ¿Me has entendido, Víctor? – dijo muy serio.- Sí. Perfectamente.- En cuanto a la relación con mi hija, no hace falta que te diga nada. Ella es una chiquilla inocente y quiero que la respetes.A mi mente llegaron de nuevo las imágenes retozando de todas las maneras con Sofía y en múltiples ocasiones, bajo la mesa, en el almacén, en la nevera, en el parking… desde luego Sofía era dulce, simpática, dicharachera, pero no una chiquilla inocente precisamente. Si alguien me había enseñado hasta entonces algo sobre el sexo y cosas que ni había soñado, fue ella. Se notaba que era una dominadora de las artes amatorias, experta mamadora y hábil controladora del otro sexo hasta saber cómo dar placer a un hombre de todas las maneras posibles y en todos los lugares: en la cama, en el coche, sobre una alfombra o encima de la mesa de trabajo.En ese instante mi jefe pulsó el interfono que comunicaba directamente con su secretaria.- Diga a mi esposa que venga a mi despacho.- Si don Ernesto – respondió la voz al otro lado.Soltó el intercomunicador y siguió examinándome, supongo que dándole vueltas a la cabeza y pensando si era yo el yerno que había soñado para su tierna e inocente hija, como él decía.- Quiero que conozcas a mi esposa. Creo que antes la has visto por los pasillos.- Yo… – respondí con un nudo en la garganta.Tardé unos segundos en recobrar serenidad, momentos que se me hicieron largos pero por suerte alguien entró en el despacho. Era ella.- Hola cariño, ¿querías verme? – dijo aquella voz dulce de una mujer hermosísima.- Sí, pasa. Voy a presentarte.Me puse en pie y no pude retirar la vista de esa imagen de un bombón caminando sensualmente hasta la mesa en donde estábamos su esposo y yo. Se acercó hasta Ernesto dándole un beso sonoro en la mejilla apoyando sus manos en el hombro de este sin dejar de mirarme fijamente.- ¿Quién es este joven tan guapo? – preguntó descaradamente.Creo que en ese momento tuve una erección, aunque lo disimulé bien gracias a mi bata blanca larga y acercándome a unos libros apilados sobre la mesa del jefe. Ella parecía divertirse con mi alucine, ya que yo debía estar con la boca abierta.- Mónica… él es Víctor. Es el nieto de Pascual, ¿te acuerdas? – le comentó Ernesto.- Ah, sí, un buen hombre. Le recuerdo. Se jubiló hace cuatro años ¿no?Yo asentí, incapaz de articular palabra. Solo podía fijarme en la rotundidad de sus caderas y aquella blusa blanca tan pegada que mostraba un gran escote del que era difícil escapar. Y una vez más, ella lo sabía.- Pascual era un hombre alto y fuerte. Muy simpático y muy atractivo. – comentó Mónica refiriéndose a mi abuelo al tiempo que se humedecía los labios con la punta de su lengua.- Gracias – respondí sonriente y orgulloso.- Igual que su nieto. – afirmó mirándome de arriba a abajo.Siempre se agradece que una mujer lo piropee a uno, pero viniendo de aquella señora tan espectacular, es algo realmente increíble. No sé si cambié de color, pero yo notaba como mis carrillos ardían.- ¿Sabes que está con la niña? – intervino de pronto su marido.El rostro de ella cambió radicalmente, pues al contrario que su esposo, no debía sospechar nada y parece ser que no le gustó nada saber que yo estuviera tonteando con su hijastra. Se quedó mirando a su marido como si estuviera preparando la carta de despido conociéndole y sabiendo que su hija era más que sagrada para él.- Vaya con Sofía. – añadió Mónica dirigiendo su mirada hacia mí y volviendo a inspeccionar todo mi cuerpo que temblaba allí de pie como si me fueran a fusilar.- Bueno, ya le he dicho que debe centrarse en el trabajo y respetar a Sofía – añadió Ernesto clavando su mirada de nuevo en mis ojos.- Conociendo a tu hija… no sé yo si se dejará respetar… – apuntó ella con sorna.- ¡No empieces, Mónica! – le recriminó su marido.Aquella mujer, sin ser su madre, parecía conocer mejor a Sofía que su propio padre y por la forma de mirarme parecía estar diciéndome que era la pura verdad y que aquella chiquilla no era tan pura y tan inocente como la veía Ernesto. ¡Qué me lo dijeran a mí!El jefe le fue contando a su esposa toda la conversación que había tenido conmigo minutos antes, como lo de seguir aprendiendo con su hija y al mismo tiempo sacar de ella la vena más sentimental para amar al producto y sentirlo. La idea general pasaba por compartir e intercambiar conocimientos entre su hija y yo, al tiempo que se ponía en valor la calidad del producto no solo a nivel técnico. El hecho de que yo estuviera con Sofía de manera menos profesional, parecía no m*****arle tanto a su padre, aunque él evidentemente, ignoraba que no eran flirteos precisamente lo que desarrollábamos en el laboratorio entre prueba y prueba, sino que follábamos de mil maneras distintas y su hija era una auténtica loba y no la inocente caperucita.- Víctor, es importante que tengas en cuenta una cosa. – dijo de pronto mi jefe.- Dígame, Ernesto.- Es necesario que vuestra relación personal no trascienda en la bodega.- ¿Cómo? No entiendo.- Verás, yo quiero estar enterado, pero no deseo que lo sepa el resto del personal, es necesario que ocultéis vuestra relación en todo lo posible, creo que no interesa por tu bien, el de mi hija y el de la propia bodega.El interfono hizo un ruido y mi jefe lo pulsó esperando respuesta. Yo aproveché para observar las vertiginosas curvas de su esposa con cierto disimulo, aunque ella volvió a pillarme encandilado absorto en ese par de tetas que parecían salirse por el canalillo…- Don Ernesto, los clientes ya están en la sala de reuniones. – dijo la voz de la secretaria.- Gracias, sírvales el reserva del 96 y enseguida voy.- ¿Son los italianos? – preguntó Mónica.- Sí, déjame que empiece con ellos diez minutos y luego te acercas tú. Ya sabes…- ¿Sólo diez minutos?- Bueno, espera quince y luego te acercas. – terminó Ernesto.Estaba claro que Mónica, aparte de ser la esposa del jefe y directora comercial de la empresa, era algo más que eso y su esposo lo explotaba a las mil maravillas. Sus armas de mujer eran empleadas como técnica de venta y eso debía resultar bastante eficiente. Primero su marido se camelaba a los clientes con regateos, precios, volumen de compra y cuando la discusión estaba a cierto límite, ella aparecía en escena descolocando a los tipos y llevándoles a su terreno. Con semejante cuerpo y tan buenas artes no debía resultar difícil cerrar cualquier contrato por muy complicado que fuera. Quizás no funcionase siempre, pero estaba claro que cualquier hombre quedaría prendado ante aquella mujer y nosotros, ya se sabe, nos cegamos y es que… “tiran más dos tetas que dos carretas”.- Suerte, cariño. – respondió Mónica acompañando a su esposo a la puerta al tiempo que le daba un piquito pegando su armonioso cuerpo contra el de él algo que hizo que mi polla rebotara dentro de mi pantalón y seguramente la de su marido también. ¡Qué mujer!Tras desaparecer su marido del despacho Mónica se dio la vuelta mirándome fijamente y comenzó a caminar lentamente hacia mí, de una forma muy sensual, marcando los pasos que resonaban con esos zapatos de aguja sobre el parquet. Imponía observar a una mujer así, pero yo me hubiera quedado viéndola horas.- Bueno, Víctor, con la sorpresa no te he dado un par de besos. – dijo sonriente.Esa preciosa rubia se pegó a mí, juntando su pecho al mío pudiendo percibir la enormidad de su busto y su blandura apretujándose contra mi tórax. La vista se me fue al canalillo que tenía a pocos centímetros y disfruté de aquella maravillosa visión. Mis manos se fueron a su cintura que agarré más que nada para no caerme al tiempo que su blanca sonrisa me deslumbraba y esos labios carnosos me daban dos besos sonoros en los carrillos pudiendo aspirar el aroma que impregnaba aquella mujer alucinante. Tuvo que notar mi erección y su sonrisa al separarnos me lo confirmó- Siéntate Víctor y charlemos. – me dijo al tiempo que ella subía su redondo culo sobre la mesa justo a un palmo de donde yo me sentaba.Podía haberse sentado en el sillón, sin embargo prefirió subirse a la mesa y ofrecerme otra visión de su deslumbrante cuerpo. Cruzó las piernas y aquella imagen volvió a resultarme más que seductora y atrayente. La mujer del jefe o la madre de mi novia, una impresionante madura pero de belleza colosal, estaba sentada sobre la mesa del despacho a escasos centímetros de mí. Las grandes caderas hacían que la falda de tubo se subiera un poco más, proporcionándome una gran visión de sus muslos y la marca del final de sus medias negras que hacían juego con su sostén ya que tuve la suerte de verlo cuando se pegó a mí. Imaginaba sus braguitas negras también bajo esa vestimenta tan atrayente, pero no podía certificarlo, hasta que de pronto, como si leyera mi pensamiento, hizo un nuevo cruce de piernas, esta vez más lento, a lo “Sharon Stone”, dejándome ver un par de segundos ese prohibitivo triángulo negro de sus bragas. Me siguió observando mientras yo seguía embobado ante su cuerpo y su sensualidad.- Y dime Víctor ¿cuánto tiempo lleváis Sofía y tú? – me preguntó la rubia con aquella sonrisa y esos ojazos inmensos.Inevitablemente mis ojos se iban a esos muslos embutidos en medias negras que tenía a escasa distancia. Ella lo sabía y sonreía victoriosa. Sin duda era una mujer muy segura de sus atributos y sus atractivos, por eso estoy convencido de que conseguía los objetivos comerciales más complicados.- Bueno, poco… un par de meses. – respondí azorado.- Entiendo. ¿Ya te la has follado?Abrí los ojos como platos ante su pregunta tan directa y contundente.- No, no. – respondí tartamudeando.- Vamos, conmigo no hace falta que disimules. Yo no soy Ernesto. Sé de sobra como es la pequeña, aunque su padre esté ciego.- Sí, bueno…- No te preocupes, me lo esperaba de ella.No cabía ninguna duda de que aquella mujer conocía a su hijastra a la perfección y yo no podía disimular, de hecho no hacía falta que siguiera respondiendo.- En fin Víctor, me alegro mucho de haberte conocido, voy a ver si cerramos el trato con los italianos. Espero que nos veamos pronto.- Claro, encantado, Mónica, cuando usted quiera.- Oye por favor… de usted nada. No soy tan mayor. – protestó con un mohín en su cara.- Perdón.Al estar sentada a cierta altura sobre la gran mesa y bajarse de un saltito, tropezó torpemente al contactar sus taconazos en el suelo, aunque creo que no fue del todo inocentemente y apoyándose sobre mis hombros pegó sus tetazas sobre mi cara, durante un tiempo mayor del necesario, que se me hizo bastante más corto de lo que realmente duró y era claro que ella lo alargó más de lo necesario, algo que a mí me supo a gloria bendita. Aquellas prominentes tetas pegadas a mi cara era lo mejor que podría soñar en ese momento y para el resto de mis días.- ¡Uy, perdona! – dijo con aquella sonrisa y saliendo del despacho con un meneo de caderas que me recordó a Marilyn en “Con faldas y a lo loco”.Esa mujer sabía cómo poner a un hombre al máximo y no me extraña que Ernesto estuviera embobado con ella, como lo estaba yo en ese momento viéndola salir del despacho.Cuando regresé al laboratorio le conté todo a Sofía, bueno, todo no, claro… la parte que hacía referencia a su madrastra la obvié, pero en cuanto a lo que me habló su padre no pareció sorprenderle tanto, pues le conocía bien y sabía hasta qué punto no se le podría escapar ningún detalle de nuestra secreta relación, sin embargo el tipo desconocía la faceta “más abierta” de su hija. De hecho cuando le hice el comentario:- Tu padre me dijo que lleváramos esto en el más absoluto secreto.- ¡Jeje, cómo es!… no quiere tonteos en la empresa.- Y que te respetara… – añadí.- ¿Y me vas a respetar? – me preguntó con su voz sensual agarrando mi polla por encima del pantalón acariciándola hasta conseguir ponérmela durísima.Cogí su mano y tiré de ella, pues había conseguido alterarme más de lo que ya estaba tras mi tortuosa reunión minutos antes en las oficinas.- ¿Dónde me llevas? – preguntaba Sofía sorprendida de mi carrera por los pasillos del laboratorio mientras yo tiraba de su mano.Al final llegué a la habitación de la limpieza y tras colarnos en el pequeño habitáculo cerré la puerta echando el cerrojo por dentro.- ¡Sofía, quiero follarte! – le dije empujándola contra una de las estanterías de aquel pequeño cuarto.- ¡Caramba cariño, estás irreconocible!. Normalmente no tomas tú la iniciativa. – me contestó retadoraEra totalmente cierto, hasta entonces era ella la que me follaba a mí y no al revés. Dicen que en toda relación hay uno que domina y otro que se deja dominar, este era mi caso. Sin embargo, desde que había estado con su madre o mejor dicho, madrastra, mi cuerpo se había transformado y mi mente también, consiguiendo ponerme desbocado, fuera de mi. Prácticamente le arranque la bata a mi chica, pues los primeros botones se los desabroché pero los restantes salieron disparados debido a mi desesperación. Estaba cachondísimo. Con su bata abierta de par en par me entregué a besuquear sus tetitas por encima del pequeño sostén mientras ella acariciaba mi nuca.- Madre mía, si que te ha puesto saber que mi padre está al tanto de lo nuestro.Las palabras de Sofía me resultaban graciosas, teniendo en cuenta que lo que me había puesto, no era eso, sino su preciosa madrastra. Besé a mi novia con pasión como nunca antes había hecho y ella pareció agradecer esa entrega por mi parte. Tiré de su sostén hacia arriba lo que me permitía seguir jugando con sus pechos, pero esta vez dedicándome de lleno a sus pezones. Los mordía, los absorbía, los besaba…Mi otra mano se metió en sus braguitas y pude palpar la humedad de su rasurado sexo.- ¡Qué gusto, Víctor! – me repetía entre jadeos sin dejar de acariciar mi nuca.Me agaché frente al cuerpo tembloroso de mi secreta novia y le bajé las braguitas admirando una vez más ese inflamado chochito que me pedía a gritos ser devorado. No lo dudé, tras mirarla a los ojos, cargados de excitación, me enfrasqué en chupetear esa húmeda rajita haciendo que emanaran más flujos todavía. Ella gemía acariciando mi pelo. Con mis ojos cerrados lo que venía a mi mente no era otra cosa que la imagen de su rubia madraza, esa mujer que había conseguido enervarme hasta perder la cabeza. Oyendo los gemidos de Sofía me parecía escuchar los de su madre y en ese momento me imaginaba ahí agachado frente al coño de la espectacular madurita, creyendo que era ese el que me estaba comiendo realmente.En poco tiempo Sofía entró en un orgasmo brutal y se multiplicó el ritmo de sus temblores, de sus gemidos y de sus fluidos que llenaban mis labios y mi lengua. Con mi cara metida entre sus piernas mi novia obtuvo uno de los mejores y más sorprendentes premios que nunca le había dado por propia decisión.Se puso de pie y con su bata abierta mostrando su desnudez dijo melosa:- ¡Me toca!Comencé a desabrochar los botones de mi bragueta, dispuesto a recibir los cálidos labios de mi chica, cuando de pronto alguien intentó abrir la puerta. Nos dimos un susto de muerte que nos dejó inmóviles.Sofía se recompuso la bata y abrimos descubriendo a la limpiadora que nos miraba con cara de pocos amigos al vernos allí metidos. Disimulamos todo lo que pudimos, pero la risita de mi novia indicaba que no estábamos buscando lejía precisamente en aquel lugar.El resto del día lo pasé tortuosamente pensando en el cuerpo desnudo de Sofía bajo la bata, pero sobre todo con el cuerpo deseado de su impresionante madre. Aquella noche tuve mi primera paja en honor a Mónica, soñando con aquellos ojos, esa boca y sobre todo con aquellas enormes tetas que estuvieron aprisionadas contra mi pecho, pero principalmente los segundos deliciosos en los que estuvieron contra mi cara. MI imagen era, además de esas tetas, aquellas monumentales caderas, ese culo redondo, aquellas piernas robustas adornadas con las medias negras. Me corrí en poco tiempo imaginando que era ella la que me masturbaba.Los siguientes días transcurrieron dentro de la normalidad, salvo que Sofía y yo seguíamos teniendo nuestros encuentros sexuales de lo más variopinto, cuando estábamos solos, en el laboratorio y sino buscábamos encontrarnos en algún parque o en cualquier sitio apartado, intentando siempre que nadie nos viera juntos. Parecíamos amantes que mantienen sus encuentros en la clandestinidad. Seguíamos siendo de todo menos una pareja normal y atendiendo a las instrucciones de su padre para mantenerlo en secreto, resultaba cada vez más complicado.Por otro lado yo no podía quitarme de la cabeza a Mónica, su madrastra, esa mujer que había conseguido hacerme ver entre sus brazos, sin importarme la diferencia de edad, ni que fuera la esposa de mi jefe o la madre de mi novia, pero es que toda ella era algo incontrolable. Naturalmente esto solo era en mi imaginación y en mis pensamientos.A los pocos días recibí una llamada de la secretaria del jefe para que me personara de nuevo en su despacho.- ¿Te ha llamado otra vez mi padre? – me preguntó Sofía al ver que me llamaban de las oficinas.- Sí.- ¡Qué pesadito!- Mujer, él quiere lo mejor para ti y para la bodega. Seguro que quiere saber cómo va todo – dije.- No empieces tú también con la charlita.- Vale, cariño.- Bueno, tú niégalo todo. No quiero una bronca con mi padre. – añadió dándome un beso con toda la pasión.Llegué al despacho del jefe y su secretaria no me hizo esperar esta vez. Nada más entrar el jefe me recibió sorprendentemente de otra manera mucho más distendida y amable que la primera vez, algo que agradecí.- Hola Víctor. – me dijo dándome la mano de forma cordial.- Hola Ernesto – respondí.- Hablé con mi hija sobre el asunto y está encantada, se la ve muy contenta y animada últimamente, supongo que en gran parte gracias a ti.- No sé…- Sí, seguro. Me ha dicho que está muy enamorada.Lo cierto es que me sorprendió que mi chica le hubiera soltado eso a su padre y no porque no pudiera ser verdad, pero no me había dado cuenta hasta entonces, ni tampoco me lo había dicho nunca ella directamente. De momento solo habíamos jugado a nuestros “temas sexuales”, charlas, chistes y demás, pero no como el de una pareja enamorada, sino más bien sexualmente activa. En el fondo aquella chiquilla me estaba gustando cada vez más y era lógico que ambos nos fuéramos sintiendo más unidos en todos los sentidos. Ernesto continuó con su charla:- Está claro que os necesito a los dos, por eso no me parece nada mal este noviazgo, al contrario, me gusta saber que es con alguien conocido y responsable como tú, pero siempre y cuando no os distraiga del trabajo.- Por supuesto. – añadí.Me quedé pensando en la palabra noviazgo y me sonó bastante fuerte, porque no me lo había planteado hasta entonces así, incluso la forma en la que lo soltó mi jefe sonaba a boda, banquete y todo lo que ello conllevaba.- No había imaginado cómo podría ser mi yerno, porque he pensado que Sofía era muy joven todavía, aunque Mónica me ha hecho verlo de otra manera. – añadió Ernesto.Evidentemente la conversación de hija y padre tuvo sus frutos, pero creo que la que hizo cambiar radicalmente el concepto de Ernesto sobre su pequeña fue la versión de su despampanante esposa.- Yo respeto mucho a su hija, Ernesto. Me parece una chica fantástica. – dije envalentonado.- Me alegro. Espero que ella se centre por fin y empiece a madurar contigo. Hasta ahora lo ha tenido todo muy fácil, le he dado todos los caprichos, pero necesita hacerse mayor, con alguien a su lado que le dé un buen asesoramiento, consejos… ya me entiendes.- Claro. – respondí aunque por mi mente pasaron las veces que me metía mano o me masturbaba directamente en el laboratorio haciéndome estremecer. Para eso no necesitaba ningún tipo de consejo precisamente.- Es importante que la parte vuestra se desarrolle en conjunto. Ella será mi sucesora en este negocio, eso está claro, pero supongo que necesitará un apoyo continuo por eso he pensado que tú eres el más adecuado a compartir esa responsabilidad.Lo que podía sonar a charla por parte de mi jefe, no era otra cosa que un gran halago hacia mí, pues aunque me esforzaba, no sabía que mi labor y mis avances iban por tan buen camino, no solo con lo que respectaba a su hija, sino con mi formación técnica. La siguiente orden o consejo de mi jefe era la de formarme más. Me ordenó que empezara en la biblioteca de la bodega para empaparme con libros sobre el tema, enfocando mi profesión de “co-enólogo” junto a su adorada hija. Me entregó la llave y me indicó que no olvidase devolvérsela cuando hubiera terminado.Quise complacerle y me colé en la biblioteca en cuanto salí de su despacho. Al entrar en aquella gran sala me quedé pasmado. Nunca había estado en aquel lugar repleto de libros, carteles, menciones, premios… y una enorme mesa, junto a varios ordenadores. Me puse a buscar en las estanterías para saber por dónde empezar aunque aquello se veía harto difícil. Me vi alucinando entre libros que hablaban sobre química, fundamentos de la enología, tratados de viticultura, manuales de cata, etc…. cuando de pronto unos pasos marcados por unos zapatos de tacón sobre la madera noble del suelo me hicieron volverme.Era la preciosa Mónica que había entrado en aquella sala y se acercaba sonriente hacia donde yo estaba. La estancia era enorme lo que me permitía observar ese acercamiento durante un buen rato y disfrutar de aquella sensual imagen de nuevo. Mónica vestía una camisa sin mangas con un gran escote y con sus brazos morenos al descubierto adornados con unas cuantas pulseras, un vaquero claro muy ceñido y sus zapatos de ultra tacón. Aquellos muslos bien redondeados, sus prominentes caderas y sus adorables andares hicieron que tuviera otra erección al instante.- Hola Víctor – dijo al llegar a mi altura, apoyando su mano sobre mi hombro y dándome un beso casi en la comisura de mis labios. Sus grandes pechos hicieron contacto con mi tórax, algo que hizo afyon escort que mi polla creciera algo más bajo el pantalón. No sé si llegó a notarlo.- Hola, Mónica. – respondí intentando no demostrar mi nerviosismo, pero ella lo debía de percibir- Hoy te veo sin la bata – dijo mirando a continuación al bulto prominente que marcaban mis pantalones. – Estás muy guapo.No sabía dónde meterme, pero ella lo trató con total normalidad, sin dejar de sonreír, seguramente orgullosa de haber conseguido ese efecto doble de vergüenza y empalme en un joven como yo.- Veo que Ernesto te quiere machacar con libros. – dijo sin apartar la mano de mi hombro.- Sí… bueno, no sé.- Me alegro que por fin piense en alguien con cabeza.Supongo que aquello iba por su hijastra, pero no quise contradecirla, solo podía observar el movimiento de aquellos gordezuelos labios hablándome y el intenso brillo de sus ojos, por no hablar del precioso canalillo que ofrecía su camisa.- ¿Has pensado en algún título? – me preguntó.Me giré y volví a mirar hacia arriba a aquella inmensa estantería repleta de libros sin saber por dónde empezar.- Estoy un poco perdido, la verdad. – dije- ¿Quieres que te ayude?En ese momento apoyó sus tetas en mi espalda de una forma provocadora, pero yo no rechistaba, como si realmente no tuviera a aquel pibón pegado detrás de mí. Podía notar su calor, su olor y todo su cuerpo adherido a mi espalda.- Déjame que te aconseje ese de ahí arriba.Puso su cara pegada a la mía con la intención de señalarme un libro entre miles. Podía notar el calor de su carrillo izquierdo contra mi derecho, esa tersura de su piel, hasta el olor de su pintalabios muy cerca de mi boca. Aquello era demasiado. Mi polla seguía creciendo inconmensurable bajo mi pantalón.- No sé cual me comentas. – dije sin apartar mi cara de la suya.- Allí arriba, ¿no lo ves? – añadió pegando aún más su cara a la mía y sus tetas a mi espalda. Podía notar su pelvis pegada a mi culo y sus muslos entrelazados con los míos. ¡Dios!- No sé cual. – respondí nervioso y excitado, embriagado con el olor de aquella mujer.- Ese: “Prácticas enológicas” Señaló uno de la tercera estantería y a continuación empujó una de las sillas hasta ponerla justo enfrente de la fila de libros que me había indicado.- ¡Ven ayúdame! – me dijo sosteniendo mi mano y alzando uno de sus pies hasta la silla.Esa pose, con su largo tacón sobre la silla y el otro en el suelo, era una invitación al paraíso del pecado. La imagen de ver sus piernas abiertas con aquellos jeans tan ceñidos, era algo que impactaba de lleno. Esa mujer era una provocación continua. Mis ojos fueron subiendo desde sus pies hasta sus pantorrillas, subiendo por los muslos hasta llegar a su entrepierna, donde se podía ver que los vaqueros se hundían ligeramente marcando su rajita. Mi polla dio otro de sus avisos. ¡Joder como me ponía mi suegra!Se ubicó encima de la silla ayudado con mi mano, girando lentamente para ofrecerme un show de su cuerpo subido en un pedestal, donde sin duda debía estar aquella bellísima señora. En esa ocasión podía ver toda su figura desde abajo, sus piernas al completo y especialmente su redondo culo. Se sostuvo agarrada a mi mano tambaleante hasta que protestó.- ¡Sostenme, hombre!… No quisiera matarme.Mis manos se aferraron a sus pantorrillas viendo como los tacones estaban inseguros y tambaleantes sobre la silla.- Agárrame más arriba o me caeré. – ordenó.Subí las manos hasta sostener sus robustos muslos por encima de la rodilla, pero ella seguía estirándose sin poder alcanzar el libro deseado y yo temía que se cayera, por lo que subí mis manos más arriba, hasta casi el comienzo de su culo.- Empújame un poco, que casi llego. – me animó.La única forma de ayudarla era poniendo las manos sobre su grandioso culo y tras unos segundos de indecisión por mi parte, me lancé a empujar esa maravilla de trasero.- Así mejor. – dijo sonriéndome desde allá arriba.No sé cuánto tiempo transcurrió, ni lo que ella quería hacer durar ese momento, pero lo cierto es que yo me sentía feliz de poder estar así, aguantando el monumental culo de mi suegra, para que alcanzara no sé qué libro, ni tampoco me importaba demasiado el título. Cuando por fin dio con él, mis manos no querían abandonar su trasero.- Ya lo tengo. Ayúdame a bajar- me dijo girándose sobre la silla.Le entregué mi mano, pero ella dudaba y me indicaba que así no podría bajar con esos taconazos tan inestables sobre la silla. Subí mis manos por sus caderas hasta llegar a su estrecha cintura. Al verse más segura, ella se dejó caer y agarré aquel cuerpazo con todas mis fuerzas. Yo creo que ella también quería hacer más largo ese momento o al menos eso me parecía, cuando apoyó sus tetas de nuevo en mi cara y fue bajando lentamente con su cuerpo completamente pegado al mío. Por fin estuvo a mi altura y su boca estaba a poquísimos centímetros de la mía. La hubiera besado en ese instante, ¡Estaba preciosa!- Estás fuerte – dijo acariciando mis brazos lentamente sin separar su cuerpo del mío.- ¿Has encontrado algo? – era la voz de su marido que hizo aparición de repente en la biblioteca en el peor momento para mí.Me separé como si esa mujer me hubiera quemado. No sé si él se percató, pero ella sí que se fijó en el bulto que mostraba mi pantalón. Rápidamente me tapé con el libro, muy apurado, disimulando mi erección.- “Prácticas enológicas”, buena elección, Víctor. – dijo Ernesto quitándome el libro de forma brusca de las manos.Por un momento, dudé sin saber qué responder, pues me imaginaba que ese hombre estaba enfadado conmigo, tras verme allí pegado literalmente al cuerpazo de su adorada señora. Pero ella, una vez más, sabía cómo manejar a su marido y me sacó del apuro.- Bueno cariño, dejémosle solo.A continuación ella se abrazó a la cintura de su esposo y llevándole con ella fueron abandonando aquella enorme sala. Esa mujer conseguía lo que quería de los hombres, en un abrir y cerrar de ojos, incluyendo a su marido. Yo no quité la vista de aquella diosa y su extraordinario culo, además de sus hipnotizantes andares. A última hora se volvió y me lanzó un guiño.Tengo que confesar que no pude concentrarme en absoluto en la lectura de aquel libro, pues solo recordaba los momentos vividos con la madrastra de mi chica.Tras media hora más o menos de lectura improductiva, cerré la biblioteca con la llave y me dispuse a devolvérsela al jefe. La secretaria ya se había marchado y llamé con los nudillos pero no recibí respuesta. Al abrir la puerta la escena que me encontré era asombrosa. Ernesto estaba sentado en su silla y su esposa a horcajadas sobre él, besándose desenfrenadamente mientras las manos del hombre sobaban aquel redondo culo embutido en unos ajustados jeans. Él abrió los ojos al verme.- Perdón – dije descolocado.- ¿Qué quieres? – preguntó el hombre en tono seco.- No,… solo devolver la llave…- Claro. Déjala ahí y cierra la puerta.Posé la llave sobre una mesa y me giré dispuesto a abandonar su despacho aunque antes observé la mirada que me lanzaba ella subida frente al cuerpo de su marido y sus dos muslazos rodeándole. Me sonrió y me pareció ver como se relamía, no sé si para darme envidia, bien porque estaba cachondísima o por ambas cosas a la vez.Tuve que meterme en el baño para hacerme una paja monumental en honor a aquella rubia alucinante, deslumbrante y descarada. Era difícil quitarse de encima la imagen de esa mujer sobre su esposo besándose desenfrenadamente, refregándose con ansiedad sobre la silla… sin duda además de preciosa, debía ser toda una bomba sexual.Los siguientes días, después de mi jornada de trabajo acudía al despacho del jefe para pedir la llave de la biblioteca. A él parecía gustarle mi entusiasmo, mi profesionalidad y mi dedicación a esa lectura en la biblioteca, fuera de mi jornada de trabajo, pero lo que yo realmente ansiaba era volver a encontrarme con su mujer, sentirla de cerca y admirarla…Mis deseos no tardaron en cumplirse cuando en una de mis lecturas aquella rubia hizo aparición, con otros pantalones ceñidos negros, una blusa blanca y sus siempre interminables tacones, para pegar sus tetas en mi nuca y abrazar mi pecho.- ¿En qué andas metido hoy? – me preguntó con total confianza pudiendo notar su aliento ardiente junto a mi oreja.A ella tampoco parecía importarle mucho el título del libro que estudiaba, sino más bien provocarme continuamente y jugar conmigo. Imagino que para una mujer madura, verse así de deseada por un joven, debía hacerla sentir más bella de lo que ya era. Para mí era todo un honor, ya que esa mujer me parecía inalcanzable (en todos los sentidos). En cada encuentro no podía evitar tampoco pensar en Sofía, pero luego me decía a mi mismo que no hacía nada malo al desear a su madre. Desear no es infidelidad, ¿verdad?Ni que decir tiene que yo repetía mis visitas a la biblioteca siempre que podía, alegrando cada vez a mi mentor, jefe y casi suegro. Por otro lado, mi novia también seguía sorprendida por mi entrega y dedicación al tema, pero nunca se olvidaba de darme un repaso de los suyos cuando regresaba al laboratorio o los fines de semana cuando hacíamos nuestra escapada como dos amantes secretos. El resto de los días nos veíamos cada vez menos, ya que ella viajaba más de continuo a la ciudad para asistir a las clases en la universidad, momentos que aprovechaba yo para ir a la biblioteca donde sabía que tendría la visita de mi adorada y maciza rubia. Mónica y yo nos fuimos haciendo más y más cómplices, nuestra confianza era mutua, aunque lo cierto es que nunca me atreví a comentarle lo mucho que me atraía, incluso llegué a pensar que yo también era para ella algo más que el novio de su hijastra. Nos encontrábamos en la aquella gran sala de lectura a diario y a ella le gustaba exhibirse, mostrarme su sensualidad en sus gestos, sus andares, su vestimenta, sus piernas con cortas minifaldas o con su generosísimo escote. Unas veces me pasaba las tetas por la nuca, otras se apretaba contra mi espalda o hacía el truco de que la sostuviera en la silla para alcanzar un libro en una estantería que me quería mostrar, cuando lo que realmente quería era mostrarme todos sus atributos. En otras ocasiones me besaba con cierta efusividad en mis mejillas, pegando su cuerpo al mío y percibiendo mi más que considerable erección. Eran besos aparentemente fraternales, como los de una madre a su hijo, pero ambos sabíamos que eran algo más. Yo temía ser descubierto por su marido, ya que tantas veces juntos era un motivo por el que se pudiera sentir celoso. Se lo recordé a Mónica con cierto tacto y ella me dijo que no, que su marido confiaba en ella, además no pasaba nada realmente y ella sabía satisfacerle en todo Yo imaginaba que aquello de “sentirse satisfecho” con esa mujer debía ser grandioso.Una de mis muchas tardes en la biblioteca, yo estaba frente a un ordenador buscando información de botellas de la competencia y se acercó Mónica por detrás, como tantas otras veces. Recuerdo que era un día caluroso de verano y esa preciosidad llevaba un vestido veraniego floreado, de mucho vuelo y finos tirantes, corto por encima de la rodilla y como remate en sus preciosos pies unas sandalias de tacón de color rojo.- Hola Víctor, ¿Cómo estás? – dijo acercándose con sus salerosos andares hasta donde yo estaba.Colocó sus manos sobre mis hombros, pegando sus tetas en mi espalda. La fina tela del vestido me permitía sentir su pecho más intensamente que otras veces. Además, el olor que emanaba aquella mujer me hacía creerme en otro mundo. Feliz y dichoso de tenerla tan cerca y con eso me conformaba, aunque ella siempre me regalaba algo más.- Estoy buscando botellas de la competencia, de las más importantes para saber un poco su historia, ya sabes. – le comenté señalando el monitor.- Claro. Déjame que te ayude, que eso también lo he buscado yo muchas veces y te enseño unas páginas.Mónica se puso a mi lado y apoyando sus manos sobre la mesa se acercó para ver la pantalla pero mis ojos no separaban de sus tetas que en aquella pose parecían quererse salir por encima del escote. Tampoco pude evitar ver cómo el vestido se había subido ligeramente dándome una panorámica inédita de la parte trasera de sus muslos.En ese instante, sin tiempo a que yo reaccionara, mi musa rubia se sentó sobre mis rodillas como si fuera la cosa más natural del mundo y empezó a teclear varias direcciones en el ordenador. Yo me quedé petrificado, alucinado al ver como aquella mujer me había cogido tanta confianza como para aterrizar su hermoso culo sobre mis rodillas y poder así admirarla desde tan cerca, tener su melena rubia rozando mi cara, su estrecha cintura a un palmo de mí, su trasero perfecto apoyado en mis piernas, ver a tan pocos centímetros la fina piel de sus hombros y la de sus piernas que al estar sentada ofrecían más porción de muslo. Tenerla encima era un sueño imposible.- ¡Uy qué torpe soy! – me decía intentando escribir una dirección en el teclado.- ¿Quieres que te ayude?- Sí, Víctor, por favor, es que tengo las uñas tan largas que no escribo bien en este teclado tan pequeño. – dijo girando su cara y su gran sonrisa que me deshacían.Era cierto que tenía unas uñas muy largas y preciosas por cierto, pintadas de un rojo intenso, pero me sonaba más a disculpa que otra cosa, pues otras veces la había visto teclear en su portátil sin ningún tipo de complicación.- Dime qué dirección escribo – le pregunté.- www… – comenzó a darme una dirección url, pero yo no llegaba al teclado.- Uf, no llego contigo encima, Mónica. – dije pasando mis brazos por sus costados sin poder ver nada y sin alcanzar a la mesa con mis dedos, aunque no me incomodaba tenerla encima ni tampoco su peso, para mí era tener el mejor premio sobre mis rodillas..- Ah, sí, espera.En ese instante Mónica levantó el culo y pensé por un instante que se iba a apartar, pero lejos de eso, se volvió a sentar salvo que esta vez imprevisiblemente lo hizo ubicando su redondo culo directamente sobre mi paquete, que ya estaba bastante abultado. Unió su espalda pegándola a mi pecho y mi erección creció irremediablemente. No había duda de que ella lo había notado, pues mi pantalón fino de verano y su vestido igualmente fino no dejaban nada a la imaginación, podía notar el calor de su entrepierna contra mi cada vez más erguido pene.- Perdón – dije tímidamente al saber que ella notaba esa dureza incrustada contra su sexo.- No te preocupes. ¿Peso mucho? – dijo quitándole importancia.- No, Mónica. – respondí mientras ella pegaba su espalda más contra mi pecho y removía sus muslos para ubicar bien mi polla que ya estaba entre ellos rozando directamente su abultada vulva que me parecía sentir palpitar.- Adelante, escribe… – añadió y lo hizo con un ronroneo que me pareció cargado de excitación.No acertaba a escribir la dirección, pero esta vez no por no llegar, sino que no podía concentrarme al tener a aquella diosa sentada sobre mis piernas, más bien con su coño directamente sobre mi verga. Al fin acerté a escribirla y ella se giró ligeramente para que pudiera leer en la pantalla, pero lo que yo veía era su hermoso rostro y su adorable escote que tenía a apenas cinco centímetros de mi boca. Me agarré a su estrecha cintura y disfrute de ese contacto casi directo de su piel, tan solo separado por la tela del fino vestido.- Buenas tardes, don Ernesto quiere que vayan a su despacho. – nos anunció la secretaria que hizo su aparición en la biblioteca de repente.Yo me llevé un susto de muerte y no sabía dónde meterme, pero en cambio Mónica ni se inmutó permaneciendo allí sentada sobre mí, sabiendo que la discreción de la otra mujer estaba asegurada. Madre mía, lo tenía todo controlado y en cambio yo hecho un flan, que no mi polla, que no había bajado ni un ápice.? Dígale que ahora vamos. – añadió Mónica a la mujer que abandonó la sala meneando la cabeza.Después de un rato, esa impresionante belleza que tenía sobre mí, se fue levantando lentamente sin que yo pudiera soltar su cintura ni dejar de admirar su espalda, su pelo, su olor y toda la energía que había depositado en mi regazo. Precisamente cuando se hubo levantado hacia allí dirigió la mirada.? Creo que deberías bajar eso, antes de ir a ver a mi esposo. – dijo entre risas y desapareció con sus movimientos felinos dejándome con aquella tremenda empalmada.Ya no cabía ninguna duda de que ella había notado la erección y todo el tiempo se había hecho la tonta, pero su juego era más que premeditado, consiguiendo llevarme al límite. Tras unos segundos de indecisión allí sentado como un pasmarote, pensé que no era buena idea hacer esperar mucho tiempo a Ernesto y me metí en el baño mojándome la cara y la nuca consiguiendo que la erección no fuera tan evidente aunque sí lo era una mancha húmeda en mi entrepierna, puede que debido a mis fluidos o posiblemente a los de ella también.Acudí al despacho del jefe totalmente acojonado. Conociendo a aquel hombre, seguro que sospechaba que su mujer y yo estábamos teniendo demasiados encuentros en la biblioteca y ese último contacto fue realmente el sumun. Puse la carpeta delante de mí para ocultar en lo posible la humedad que había en mi entrepierna y me dispuse a acudir al encuentro de mi jefe y su esposa.Al llamar y asomar mi cabeza, la imagen que vi era más que increíble: Ernesto sentado en su sillón y su esplendorosa mujer subida sobre su regazo de espaldas a él, justo en la misma posición en la que yo me había encontrado segundos antes con ella frente al monitor, pero en esta ocasión moviendo las caderas rítmicamente de una forma lasciva y sonriéndome maliciosamente al mismo tiempo. Él se removía en su sillón y ella parecía menear su culito rozándose con lo que ese hombre debía tener a tope debajo. Estaba a punto de darme la vuelta cuando ella me habló sin levantarse de los muslos de su marido.? Pasa, Víctor.? Si, pasa, y siéntate – añadió él manteniendo las manos en la estrecha cintura de aquella increíble criatura.? Gracias – respondí aturdido y no viendo precisamente en su cara el enfado, sino de un enorme placer que le estaba proporcionando su esposa subida sobre él.Me acerqué a la silla que estaba frente a su mesa intentando ocultar en todo momento la mancha que tenía en mis pantalones, así como el crecimiento de mi miembro que volvió a despertar de su letargo sorprendido por tenerles allí enfrente con aquellos movimientos, una sobre el otro, mirándome como si nada. Una cosa era ir cogiendo confianza y otra bien distinta era que estuvieran de esa guisa frente a mí. Mónica me sonreía de forma perversa balanceando su cuerpo sobre el de Ernesto que de vez en cuando cerraba los ojos, disfrutando… Me imaginaba su situación y la comprendía pues minutos antes había estado yo en esa pose y aunque su mujer no se movía tanto, me había trastornado tanto o más que a él. Envidié mucho a mi jefe en ese momento, pues quería ser yo el que estuviera debajo de ese cuerpazo y sentir de nuevo ese coño caliente y palpitante sobre mi polla.? Veréis, os he hecho llamar porque quiero que hagamos una cena especial. – intervino Ernesto interrumpiendo mis lascivos pensamientos.? ¿Una cena? – preguntó ella mordiéndose un labio y restregando su culo aun más contra el paquete de su esposo que ya debía estar a tope.? Sí, dentro de unos días es el 20 cumpleaños de Sofía y quiero hacer una fiesta en casa para celebrarlo.? ¡Qué buena idea! – añadió ella suspirando, pues se le notaba cachonda.? Sí, creo que será el momento de daros mi bendición como pareja, veo que estáis muy unidos, por lo que ella me va contando… – sentenció él, dando un suspiro.Su mirada lo decía todo y parecía muy seguro en lo que nos exponía. Lo de estar unidos su hija y yo era cierto, sobre todo enganchados cuando follábamos como conejos, aunque también era verdad que cada vez estábamos compartiendo más momentos aparte de los laborales y sexuales. Poco a poco se iba fraguando una unión de pareja. Ernesto tras esperar mi reacción continuó sin soltar la cintura y caderas de su señora, soltando un pequeño gruñido antes de continuar con su charla sin importarle demasiado que yo estuviera presente en su extraña y descarada postura.? Quisiera que fuera tu presentación en casa. Con pocos invitados pero sí los más importantes. Mis padres, los abuelos maternos de Sofía, sus tíos, y el personal directivo de la bodega, puede que algún cliente, también.? ¿Has pensado en algo? sólo quedan dos días para el cumple de Sofía – le comentó Mónica girando su cabeza y dándole un tierno beso a su esposo sin dejar de botar sobre él.? No, se me ha ocurrido hace un rato, pero ya sabes que no soy muy bueno organizando eventos. ¿Os podéis encargar vosotros? Sé que os lleváis muy bien y eso es algo que agradezco, pues también puede que eso nos una más a todos.Mónica miró a su marido y luego a mí que seguía inmóvil en mi asiento, recibiendo más y más sorpresas sin tiempo a poder asimilarlas. Ella tras mojarse de forma lasciva los labios, dio un par de saltitos sobre su esposo, me miró y luego añadió.? Claro, Víctor y yo nos encargamos de todo. La fiesta, el catering, los regalos… ¿Verdad?Mis ojos alucinaban al ver cómo saltaban sus tetas bajo el aprisionado escote de su vestido cada vez que ella botaba sobre su esposo.? Perfecto, entonces, lo dejo en vuestras manos. ¿Estás de acuerdo, Víctor? – me interrogó Ernesto.La pregunta del jefe me hizo carraspear y contestar casi con afonía:? Sí, claro.? Muy bien. Pues haced una bonita fiesta y por supuesto Sofía no puede saber nada. ¿De acuerdo?? Claro. – contestamos ella y yo al unísono.? Ah y quiero que le regales un anillo de compromiso. – apuntó el gran jefe con sus ojos clavados en los míos.Eso último volvió a dejarme totalmente descolocado. Si ya tenía un montón de impresiones, aquella aumentaba aún más mi sorpresa.? ¿De compromiso? – pregunté alucinado.? Sí, claro. ¿Vas en serio con mi niña no? Me gustaría que le dieras la sorpresa de pedirle la mano delante de todos.El tío iba súper lanzado y no niego que era cierto que yo estaba muy a gusto con su hija, cada vez más involucrados en nuestra relación y era una chica fantástica, no lo niego, pero no se me había ocurrido lo del compromiso todavía.? ¿Y? – me inquirió impaciente Ernesto que al parecer ya tenía todo pensado por mí…? Sí, esto… claro – añadí con un hilo de voz.? Bueno, no digo que os caséis la semana que viene, pero si realmente quieres a mi hija como ella dice, podemos ir planeando algo más que un noviazgo y que vayáis intimando una pareja normal sin tener que esconderos.Cuando dijo “intimar” indicaba que aquel hombre seguía sin sospechar todo lo que ya estaba haciendo su hija conmigo, pero lo de dejar de tener nuestra relación a escondidas me atraía más, eso era cierto. No sé ni cómo acepté, ya que todo estaba pensado en mi nombre, sin haberlo digerido, ni medio planificado, pero no quise hacerle el feo.En ese momento Ernesto se quedó inmóvil, como si estuviera pensando algo, porque cerró los ojos, aunque más bien parecía estar disfrutando de lo lindo al tener el ardiente sexo de su esposa sobre el suyo, como yo lo tuve unos minutos antes. Luego abrió los ojos y tomó aire, para añadir.? Está decidido entonces.? ¡Qué bien! – dijo Mónica levantándose alegre, dando pequeños aplausos y dirigiéndose hacia mí.Apoyó sus manos en mis hombros y me plantó dos de sus adorables besos en las mejillas, permitiéndome de paso, ver una vez más, la maravilla de su escote en toda su intensidad. Se mantuvo así, ligeramente doblada y apoyada sobre mis hombros, sin que yo pudiera moverme de la silla, permitiéndome durante unos cuantos segundos, aquella panorámica del valle de sus senos, tan fantástica.? ¡Felicidades yerno! – me felicitó, dándome una caricia con el dorso de su fina mano sobre mi mejilla.? Gracias – respondí todavía con el aturdimiento de todo lo que estaba sucediendo.? Ahora pasas a formar parte de la gran herencia. – añadió la imponente rubia, pero esta vez para que no lo oyera su esposo, lo hizo pegando sus labios en mi oreja, en un sensual susurro dejando a la vista algo más de su pecho en esa postura semi doblada.Reconozco que ese comentario podía resultar m*****o en un principio, porque yo no veía mi relación con Sofía como la de un “braguetazo” precisamente, incluso recordaba las palabras de mi novia cuando hablaba de su madrastra como una arpía cazafortunas. Yo no quería verme así, pero pensándolo así en caliente, no era tan mala idea la convertirme en un rico heredero de gran un imperio. Además, teniendo a su madre ahí agarrada a mis hombros y viendo su delantera a escasos centímetros no me permitía razonar.Mónica entonces se quedó muy cerca de mi cara, viendo mi reacción mostrándome un brillo de sus ojos, que parecía estar diciéndome “Fóllame”. Estaba tan cerca que hasta me pareció notar el calor de esos labios. Me removí en la silla, bastante incómodo por tener a su marido enfrente observando toda la operación. De pronto, cuando ella se incorporó lentamente para ponerse erguida, noté que algo caía sobre mi regazo. Bajé mi vista unos segundos y pude ver que eran unas braguitas negras hechas un gurruño sobre mis muslos. Levanté la vista, miré a su esposo que pareció no darse cuenta y luego a ella que me sonrió sibilinamente. En un acto reflejo oculté esa prenda con mi carpeta. ¿Fue un accidente fortuito?, ¿Realmente se le cayeron las bragas sobre mí y ella no se dio cuenta? No, aquello no era posible, ¿Quizás las dejó caer a propósito? Pero ¿Por qué? ¿Con tanto descaro?, ¿Cuando se las quitó?Ernesto me hablaba, pero yo no hacía caso, tan solo intentaba ver alguna respuesta en los ojos de Mónica, que seguía metida en la charla como si tal cosa. Yo seguía pensando, incomprensiblemente, que quizás ella realmente no se había dado cuenta de que se cayeron sus braguitas sobre mis muslos. Durante unos segundos estuve desorientado. Decírselo no podía… ¿pero callarme?? ¿Me escuchas, Víctor? – preguntó Ernesto? Oh, sí claro. – respondí sin entender todo lo que había dicho.? Pues eso, el anillo de compromiso corre por mi cuenta. – añadió firme.? Pero yo… – protesté sin mucho ímpetu pues lo cierto es que no disponía de mucho capital para un anillo que pudiera estar a la altura de la familia, pero intenté luchar por mi orgullo durante unos segundos.? Nada que discutir, Víctor. Déjalo también en manos de Mónica que sabrá encontrar algo bonito, ¿verdad cariño?Me levanté todavía aturdido y fui a estrechar la mano de mi “casi” suegro, al que noté incómodo, porque al mirar su entrepierna vi el pantalón medio desabrochado. Entonces me di cuenta de todo… Al llegar al despacho de su marido antes que yo, ella debió quitarse las bragas que seguramente mojó estando conmigo. Luego cuando me los encontré al entrar, ella se había sentado sobre su esposo directamente sobre su polla y habían estado follando o sino casi… al menos restregando sus sexos delante de mí, sin cortarse absolutamente un pelo. Incluso recordé el momento en el que él se detuvo y cerró los ojos, que fue cuando debió correrse bajo ese volcán rubio. Cuando ella se levantó a darme la enhorabuena por mi compromiso, debió dejar caer la prenda, para que yo la ocultara… o como un regalo, vete a saber, porque todo era un lío y demasiado alucinante como para que tuviera una lógica.Ella me sonrió al darse cuenta de que yo había sospechado lo sucedido y después le dio un beso en la boca a su marido. A renglón seguido me miró de arriba a abajo sabiéndose victoriosa en el aturdimiento mío y en el de su marido con su endiablado juego.? Mañana quedamos para ir a la joyería. – añadió sonriendo pletórica.? Vale.? Yo te llamo. – añadió y me guiñó un ojo a espaldas de Ernesto.Salí del despacho tapando con la carpeta el bulto que había formado bajo el pantalón, además de la mancha y por supuesto las diminutas braguitas de Mónica.Me metí en los servicios y allí pude sacar esa pequeña prenda. La inspeccioné detenidamente. Era un pequeño tanga negro medio transparente con encajes de flores, muy pequeño y que apenas unos momentos antes había estado en la parte más íntima de esa impresionante mujer. La prenda estaba húmeda, sobre todo en la parte que debía tapar su rajita. Llevé el tanga a mi nariz y me quedé extasiado al embriagarme con su adorable aroma.Esa noche, evidentemente la pasé prácticamente en vela, sin poder quitar a Mónica de mis pensamientos y aspirando el olor de sus braguitas que me quedé conmigo sobre mi almohada como uno de los mejores trofeos de ese día. En mi enésima paja pensando en la madurita de mis sueños, debí quedarme dormidoAl día siguiente traté de pensar en todo lo acontecido, intentando poner cierta racionalidad al asunto, pero eran demasiadas sensaciones para digerirlas sin apenas tiempo, primero por estar metido en un lío del que casi no había podido escapar, como tampoco el hecho de tener a mi suegra en mi cabeza continuamente. Era algo que cuanto más pensaba en hacerla desaparecer de mis pensamientos, poniendo incluso la cara de mi novia en mi mente, volvía otra vez la de su madrastra. Era algo incontrolable. Todo resultaba extraño, prohibido, morboso… nada más cachondo que sentir la atracción de la mujer de mi novia.Mónica vino a buscarme a casa muy temprano para empezar a preparar el cumpleaños especial de Sofía, que además sería nuestra presentación familiar y la petición de mano, todo un pack, que sin comerlo ni beberlo tendría en menos de 24 horas.El deportivo negro de mi jefa era espectacular, como ella. Uno de esos coches que solo ves en las revistas y muy pocas veces por la calle, sabiendo que difícilmente podría tener uno algún día. De pronto pensé que eso podría suceder si realmente me casaba con Sofía.Mónica se bajó del coche y volví a alucinar al verla. Estaba preciosa con una minifalda de cuero negro muy ceñida, dejando a la vista unos torneados muslos morenos. Su camiseta roja, igualmente ceñida, ofrecía un grandioso escote y sus zapatos de tacón, rojos también, realzaban la figura de aquella hermosísima mujer.- ¡Qué guapa! – dije inconscientemente.Ella se acercó a mí, dando pequeños pasos pues sus tacones eran de vértigo. De pronto se abrazó a mí y me plantó dos besos en las mejillas, no sin antes pegar su enorme busto contra mi cuerpo y volviendo a notar la dureza de mi polla contra su cuerpo. Nuestros abrazos y besos se habían convertido en cotidianos, de dos buenos amigos, pero mi pene no parecía acostumbrarse a eso y volvía a ponerse durísimo.- Gracias, eres un cielo, Víctor. – respondió muy halagada supongo que tanto por mi piropo como por la dureza de mi miembro bajo el pantalón.De pronto soltó el llavero de su mano y dejó colgando la llave invitándome a conducir aquel deportivo negro de gran cilindrada.- ¿Puedo? – pregunté cómo un niño con zapatos nuevos.- Claro, ya sabes que lo mío es tuyo. – añadió pegando sus tetas a mi brazo para acariciar mi nuca y el comienzo de mi pelo por detrás de forma cariñosa y fogosa a la vez.Se puede decir que me quedé temblando no sólo al sentir su roce sino al oírle decir aquellas palabras “lo mío es tuyo”. Me subí al volante de aquel coche y empecé a disfrutar de su potencia, de su frenada, de su agarre… intentando no distraerme demasiado teniendo en cuenta que mi copiloto era una rubia de ojos inmensos, blanca sonrisa, piernas interminables y una delantera de alucinar. Puedo asegurar que conducir así es algo realmente complicado. Ella notaba mis miradas y se removía en el asiento de forma coqueta y sensual, poniéndome aún más nervioso. Yo cada vez disimulaba menos observando a mi nueva amiga, porque así quería considerarla y nada más, pero mi polla seguía pensando otra cosa y estaba en posición de “firmes” una vez más. Ella miraba aquel bulto de vez en cuando y sonreía triunfal.Visitamos varias empresas especializadas en organizar eventos y fiestas. Al final contratamos no el presupuesto más barato precisamente, sino una empresa que prácticamente lo ponía todo: La comida, las mesas, sillas, orquesta, globos, payasos, lo que hiciera falta. No reparamos en gastos, como nos había ordenado Ernesto, al fin y al cabo era la fiesta especial para su hija y Mónica extendió un cheque desorbitado para esa fiesta especial para Sofía en su 20 cumpleaños.Luego pasamos por la joyería donde saludaron a Mónica con confianza, pues debía ser una de sus clientas VIP. Escogimos varios modelos de sortija pero ella concretó una que le gustó desde el principio y no pude negarme pues estaba más atento al cruce de sus muslos que a las piedras que brillaban en aquel anillo. El precio de la joyita en cuestión superaba con creces mi sueldo de todo un año. No puse peros, sabiendo que a ella le había encantado y yo evidentemente no podía discutir ni pagar semejante suma. El hombre que nos atendía tampoco podía quitar su vista del escote y las piernas de Mónica, que sabiéndose observada hacía los movimientos más lentos y premeditados. ¡Era toda una artista!- No le digas a Sofía que lo elegí yo – me dijo de pronto ella.- De acuerdo, no te preocupes, diré que fui yo. – añadí sabiendo que a Sofía le iba a encantar el anillo, pero sobre todo ocultándole que lo había elegido su madrastra.Después recorrimos diversos centros comerciales, en los que yo aproveché para elegir algo de ropa para la fiesta mientras Mónica hacía lo propio en otras boutiques. De camino a casa, mientras yo conducía el precioso deportivo, me pidió curiosear las bolsas para dar el visto bueno a mi vestimenta y se alegró mucho al ver mi traje, mi corbata y mis zapatos, pues escogí prendas caras sabiendo que allí tenían cuenta mis futuros suegros.- ¿Quieres ver lo que me compré yo? – me preguntó con ese aire tan sensual.Asentí y ella abrió sus bolsas, enseñándome sus compras: un vestido corto, marrón de lycra que aparentaba ser muy ceñido. Luego me enseñó lo que contenía otra de las bolsas y era un conjunto de lencería de lo más sexy. Casi pierdo el control de aquel coche al ver un diminuto tanga negro, un sujetador igualmente negro, casi transparente, medias, ligueros y un body-corset color burdeos.- Esta es una sorpresa para Ernesto. Espero que le guste – dijo poniéndose el sostén sobre su camiseta ubicando provocadoramente la punta de su lengua en el labio superior.Mi polla palpitaba bajo mi pantalón figurándose como le quedaría aquella ropa a mi amada suegra que sin duda sería de alucinar.Al final llegamos a casa. No había estado nunca allí y me quedé nuevamente impresionado. Una enorme mansión con una gran piscina, un jacuzzi, una cancha de pádel y varios coches aparcados fuera. Sin duda la bodega daba mucha pasta y si nada lo impedía yo podría convertirme en un heredero más de esa gran fortuna. No sonaba nada mal.Mónica me estuvo enseñando la enorme casa, con innumerables habitaciones y me quedé especialmente asombrado con la de matrimonio que era más grande que mi piso entero, con una gran terraza y vistas al jardín y a la piscina. Volví a imaginar a esa rubia retozando en la gran cama con su marido y mi polla dio otro de sus respingos. Guardamos a buen recaudo el anillo en una caja fuerte que tenían en el salón y después me comentó:.- ¡Uf, estoy agotada! ¿Quieres tomar algo?- Si, algo fresco. Te lo agradezco.- ¿Unas cervecitas?- Vale.Me senté en una de las tumbonas del jardín después de una mañana tormentosa y se agradecía recibir los rayos del sol allí sentado. MI preciosa mamá política volvió con dos enormes copas de cerveza muy fría. Charlamos animadamente, uno en cada tumbona disfrutando el momento y comentando los detalles del evento.- ¡Qué bien lo hemos hecho todo juntos! – dijo dándome la mano.- Sí – contesté de nuevo halagado por sentirme así de arropado por mi preciosa suegra. Me encantaba estar así, agarrado de su mano.- Eres un encanto.- Tú también – contesté sin vacilar.Mónica apoyó sus labios en el dorso de mi mano mirándome como una gatita mala, para después comentarme:- ¿Sabes? Me apetece darme un baño, hace calor y así me refresco. ¿Te animas?- Yo… pero es que no tengo bañador. – dije apurado.- No importa, con la ropa interior que compraste, seguro que parece que es tu bañador. Tenemos confianza y estamos solos. – añadió ella pasando su lengua por los labios.- Es que…- No hay más que hablar, cámbiate aquí y yo voy a casa a por el mío.Me quedé descolocado pero al fin pensé que podría ver a esa mujer con menos ropa y eso me animó realmente a hacerle caso. Me dije a mi mismo que podría ser mi madre y que debería verla como tal, pero mi otro yo, en forma de pene duro, parecía decir lo contrario. Pensándolo bien, no había pasado nada y se podía considerar todo ¿normal?Me quité la ropa, quedándome desnudo, acaricié mi polla que estaba durísima y saqué uno de los bóxers que había comprado en la tienda y efectivamente no parecía un calzoncillo, metí una pierna, la otra… cuando oí una voz a mi espalda.- ¡Qué culito! – dijo Mónica, lo que hizo ponerme nervioso y casi me caigo en la maniobra de terminar de calzarme mi pequeña prenda.Sin duda había visto mi cuerpo desnudo de espaldas y pareció disfrutar. No pensé que me hubiera estado observando. Coloqué mi verga lo mejor que pude y cuando me giré me quedé petrificado:Mónica llevaba un bañador fucsia de una pieza, completamente adherido a su piel haciendo resaltar su preciosa y aterciopelada piel morena, tanto la de sus brazos, escort afyon sus hombros, escote y piernas de una forma digna de enmarcar. Su enorme busto parecía querer salirse por la parte superior e incluso por los costados de esa pequeña prenda de lycra. Su figura se dibujaba divina bajo ese traje de baño, pero lo mejor es que al ser tan fina la tela, se revelaba cada relieve, desde sus pezones abultados, pasando por el agujerito que se adentraba en su ombligo o el bulto de su monte de venus en el que parecía entreverse el vello que debía adornar su pubis. Me quedé boquiabierto con mi erección de caballo.- Ya puedes cerrar la boca – me dijo sonriendo y dando un trago a la cerveza.- Perdóname Mónica – me disculpé tapando con mis manos mi evidente erección bajo mis bóxers.- No, hombre, es un halago para mí que te guste mi bañador y veo que otro se ha alegrado también. – añadió señalando traviesa hacia mi polla que apenas podía cubrir con mis manos.- Gracias Mónica.- De nada, además yo también me siento muy bien viéndote a ti. Tienes un cuerpo precioso y hay que lucirlo.- Gracias.- No, gracias a ti. Por cierto, ¿te gustó mi regalo? – dijo sentándose en la tumbona y haciendo un cruce de piernas asombroso.Me quedé sorprendido cuando me hizo esa pregunta y tardé en reaccionar hasta que ella me aclaró.- Sí, hombre, mis braguitas. Las que te quedaste ayer en el despacho de Ernesto.Casi me da algo al oírle decir eso y respondí azorado sin saber exactamente qué contestar.- Esto… yo… no sabía…Comprendí por fin, que el tema de las bragas no había sido accidental ni mucho menos y que todo era premeditado.- Tenía pensado devolvértelas. – comenté al fin.- No te apures hombre, somos amigos y me hiciste un gran favor. Por mí te las puedes quedar… si es que te gustan.- Sí, esto…- Mira, cuando llegué al despacho de Ernesto estaba mojadísima, porque es que después de estar encima de ti en la biblioteca, me excité mucho, tanto que por eso tuve que darle un buen repaso a mi marido, cómo pudiste comprobar, de modo que puedes quedártelas como recuerdo y como regalo, ya que te las has ganado.Así que resultaba que yo había conseguido ponerla cachonda y tuvo que desquitarse con su esposo. No sé si eso era bueno o malo. El caso es que esa mujer conseguía asombrarme en cada momento y aunque yo pensara que en el fondo estaba haciendo algo malo, mi otro yo disfrutaba de esas sensaciones, de esos juegos y esa provocación continua de mi futura suegra.A continuación, Mónica abrió ligeramente las piernas sin duda para que siguiera disfrutando de ese panorama que ofrecían sus muslos y la braguita que se remetía por sus ingles. Ella comenzó a hacerse una coleta con su cabello, estirando su espalda y remarcando su busto, sabiendo que yo no le quitaba ojo. A continuación se levantó, avanzando lentamente… hizo un largo recorrido por el borde de la piscina y yo seguí su trayectoria detenidamente, observando cómo aquel bañador por detrás apenas podía cubrir su enorme culazo. Casi me muero viendo aquellos andares electrizantes.Ella dio un saltito y se metió en la piscina de cabeza como toda una nadadora profesional. Tras unos segundos emergió del fondo de la piscina mostrando su cabello completamente mojado y su cara resplandeciente llena de gotitas que acentuaban su hermosura. Me acerqué a aquel monumento mientras observaba cómo nadaba alegremente por la piscina.- ¡Vamos, métete! – me animó desde abajo. – ¡Está buenísima!“Tú sí que estás buenísima” – pensé. Después salté de la misma forma en que había hecho ella segundos antes, zambulléndome en aquel agua fresquita para quedar casi pegado al cuerpo de mi preciosa rubia. Estar tan cerca de ella allí metido en el agua, me hacía sentirme dichoso y ella parecía disfrutar jugando y provocándome, salpicando mi cara, haciéndome cosquillas o rozándose al principio en aparentes accidentes y mucho más descaradamente después. Me animé y también le di unos cuantos toques, roces y cosquillas que fueron en aumento, incluyendo un buen sobeteo de su culo y de sus tetas con cierto disimulo pero sin desaprovechar aquella magnífica ocasión. Todo era un juego aparentemente inocente… pero de inocente nada.Salió juguetona por la escalera de la piscina. Observarla salir del agua no fue menos estimulante, advirtiendo que su pequeño bañador se ajustaba más a sus curvas y además mostraba más transparencias de las soñadas, como un par de redondos pezones marrones que se manifestaban erguidos claramente llamando al pecado y unos pelitos oscuros a la altura de su sexo.Allí permaneció un rato de píe al borde de la piscina para que yo pudiera admirarla de lleno. Al mismo tiempo, yo cada vez me cortaba menos y le miraba descaradamente todo su cuerpo, la transparencia de sus pezones y el difuminado vello de su pubis bajo esa prenda mojada. Estaba a tope viendo a aquella mujer tan sensual. A continuación se sentó en una de las tumbonas y se fue secando con la toalla, muy despacio pero de una forma tremendamente lasciva, mirándome de reojo, sabedora de su tremendo atractivo y de su extremado potencial exhibicionista.- Ven siéntate conmigo y seguimos planificando la fiesta. – me dijo dando palmaditas a su lado para que saliera de la piscina para acompañarla en la tumbona.- Es que…- No pasa nada porque tengas una erección, cariño. – añadió sonriente para tranquilizarme.Lo de llamarme cariño era algo nuevo que me encantó, pero lo mejor, la naturalidad a la hora de hablar de mi tremenda empalmada, aunque claro, ella era la culpable de todo. Al salir de la piscina sus ojos se clavaban en mi polla que con la prenda mojada se formaba en auténtico relieve. Era un rollo de carne envuelto en mi mojado calzoncillo, dispuesto a lo que fuera.- Vaya Víctor, tienes que tener muy contenta a Sofía – dijo descaradamente señalando mi bultoMe ofreció una toalla y comencé a secarme sin que ella perdiera detalle de mi cuerpo. Lo cierto es que me gustaba esa forma en cómo me miraba, de arriba abajo, desde mis pectorales, mis abdominales, mis brazos y mi abultado miembro bajo mis pequeños calzoncillos. Yo también jugaba a eso de exponerme de forma aparentemente casual, aunque mis movimientos eran calculados para que ella también se divirtiera examinando mi cuerpo.Me senté junto a ella, charlamos de cada detalle, como dónde ubicar las mesas, las sillas y la orquesta que amenizaría el evento. Mónica se levantó y fue señalándome los sitios donde iba cada cosa, pero yo estaba más atento a sus movimientos, al acompasado vaivén de sus tetas bajo la apretada pieza de baño, por no hablar de cómo quedaba a la vista el resto de su anatomía, desde sus caderas, su cintura, sus muslos… Ella se sabía admirada y exageraba más sus movimientos haciendo que mi empalmada no bajase ni un milímetro.- Aquí se podría poner la orquesta – dijo desde el fondo del jardín.- Un poco apartada. – comenté.- No, así se puede bailar en toda esta zona.- ¿Habrá baile? – pregunté.- Claro. ¿No me digas que no sabes…?Se acercó hasta mí y tirando de mi mano me hizo levantarme de la tumbona para quedar de pie junto a ella. Esta vez no me importó que observara mi bulto, es más, me gustó mostrárselo. En ese momento colocó cada una de mis manos en su cintura y las suyas abrazando mi nuca.- ¡Pégate hombre, que no muerdo! – me ordenó.Obedecí como un niño bueno y me pegué a su maravilloso cuerpo. Esta vez casi sin ropa, nuestros cuerpos quedaron unidos en aquel baile, donde la única separación era una fina tela. Percibía claramente sus dos globos contra mi pecho, su sexo abultado contra mi muslo y mi polla aprisionada a la altura de su bajo vientre. Sentir su piel, su olor y toda su anatomía pegada a mí, era un auténtico sueño hecho realidad.- Mmmm, ¿Te gusta? – me preguntó con su mejilla pegada a la mía y su boca en mi oreja.- Sí, mucho.- Me encanta bailar… – añadió casi en un lamento – y por cierto, no lo haces nada mal.Bueno, desde luego aquello era de todo menos baile. Para empezar no había música, íbamos medio desnudos y nuestros movimientos eran más de frotarse que de otra cosa. Mónica se dio la vuelta y yo volví a abrazarla pero esta vez por detrás sintiendo cómo su culo se ubicaba abrazando mi polla que no dejaba de tensarse, mientras ella giraba su pandero de forma lujuriosa. Casi me da algo. Sin embargo no solté su cintura sino que me agarré más fuerte a ella, imaginando como podría ser estar así con ella, pero completamente desnudos.- No lo haces nada mal, Víctor – insistía restregando su culo contra mi erguida verga sin cesar, al tiempo que mis manos dibujaban sus caderas y su cintura.En ese instante sonó su móvil que estaba sobre una mesa y nos separamos fulminantemente, fue algo que en principio me m*****ó, pues yo estaba realmente en la gloria, pero casi era de agradecer que aquello se detuviera, pues era la madre de mi novia y la mujer de mi jefe y ambos sabíamos que la cosa podía acabar mal, al menos yo estaba seguro de eso. Era Ernesto el que llamaba. A ella pareció incomodarle también. Me senté en mi tumbona y le di un buen trago a mi copa de cerveza observando como mi suegra se movía por el jardín hablando con su esposo por teléfono. Disfruté una vez más de su cuerpo embutido en aquel fino bañador fucsia. Era una mujer increíblemente sexy.Tras colgar el móvil pude notar sus pezones más erectos de lo normal, sin duda estaba muy cachonda, tanto como yo, supongo.- Era Ernesto. Me ha dicho si lo hemos comprado todo y que tiene que ser una buena sorpresa.Desde luego para mí, no dejaban de ser todo un cúmulo de sorpresas, no sé si su marido podría sospechar algo, pero era claro que esa mujer era toda una bomba.- ¿Le gustará todo este regalo a Sofía? – me preguntó.- Sí, desde luego. – dije yo recolocando mi incómoda polla bajo el slip.- A su padre también le encantará todo, ¿No te parece?- Claro.- ¿Crees que le gustará el conjunto de lencería que me compré?- Estoy seguro, Mónica. – afirmé sabiendo lo bien que le quedaría en ese cuerpazo.- Espera, mejor me lo pruebo y me lo dices de primera mano- ¿Cómo? Pero… yo…No me dio tiempo a decirle nada más, pues mi rubia suegra se metió en la casa a toda prisa, dispuesta a probarse el conjunto y no me acababa de creer que me lo fuera a mostrar a mí antes que a su esposo. ¡Era todo alucinante!Agarré mi polla por encima de mi calzoncillo pues seguía pletórica. No era para menos, teniendo a aquella rubia danzando, provocando… excitándome con sus juegos. Me giré y me di unos cuantos zumbazos a la piel de mi miembro, viendo mi glande completamente inflamado y morado, se veía casi a punto de estallar. No era de extrañar, esa mujer me estaba volviendo loco. De pronto, no sé por qué, me sentí mal y ubiqué mi miembro dentro del slip de nuevo. Me maldecía por excitarme continuamente con mi suegra, por estar salido como un perro… En cierto modo había abusado de la generosidad de mi jefe por un lado y de la confianza de Sofía, que ahora estaba lejos y de seguro no sospechaba que estaba medio desnudo restregando todo mi cuerpo con el de su madre. Estaba decidido a darle cualquier excusa a Mónica para irme de allí y no ir más allá de lo que me temía podría pasar si continuaba más tiempo junto a esa impresionante mujer.Justo cuando me disponía a recoger mi ropa tirada por el suelo, apareció la preciosa Mónica, esta vez ataviada con el conjunto de lencería que anteriormente había visto sacar de las bolsas, pero que puesto sobre su cuerpo era más sexy y arrebatador de lo que pudiera imaginar. El body de color granate se aprisionaba contra su cuerpo desbordando unas tetas por encima, apenas tapadas por un diminuto sostén semitransparente ofreciendo la imagen de unos pezones rosados preciosos adornando esos enormes globos. Unas braguitas diminutas tipo tanga, como las que me quedé de regalo el día anterior, apenas podían cubrir su sexo y esta vez se veía claramente el pelo recortado de su pubis. Sus muslos estaban pletóricos enfundados en unas medias negras con su correspondiente liguero, y para rematar sus zapatos negros de tacón fino. ¡Impresionante visión de una diosa!Avanzó hacia mí de forma parsimoniosa moviendo exageradamente sus caderas a cada paso. Se detuvo, poniéndose a poca distancia de mí y se giró mostrando su culo apenas tapado por la fina tela del tanga que se colaba por sus prominentes glúteos.- Bueno, sé sincero Víctor ¿qué tal? – me preguntó mirando a mi polla que ya asomaba la punta por encima de la cinturilla del calzoncillo.- ¡Preciosa! – fue lo único que alcancé a decir prácticamente babeando…- Gracias. Es bonito este conjunto, ¿Verdad? – añadió girando sobre sí misma.Yo apenas podía articular palabra, tan solo ver cada resquicio de piel que asomaba por cada una de aquellas pequeñas y ceñidas prendas, flipar con sus grandes pechos, la rotundidad de un pandero de película y esos muslos de largas piernas enfundadas en negras medias que harían las delicias hasta del menos fetichista de los mortales.- ¿Crees que es mejor con el corsé o sin él? – me preguntó acariciando sus caderas y observando sonriente la cabeza de mi polla asomando por la tirilla del slip.- Yo… no sé… ¡Estás preciosa, Mónica! – dije impulsivamente.- Gracias, cariño. Mejor me lo quito y opinas. – sentenció decidida.Yo es que no me lo podía creer, cuanto más me ponía a mi mismo el freno, ella más se me lanzaba y me dejaba totalmente K.O. Mónica se echó las manos a la espalda y moviendo sus muslos como si bailara, se fue quitando la lazada del corsé que oprimía su cuerpo.- ¿Puedes ayudarme Víctor?, yo sola no puedo.- Claro. – dije levantándome de inmediato.Mónica se giró quedando de espaldas a mí y me volvía loco de tenerla así, tan cerca, aquella maravilla andante, me estaba regalando el mayor placer de contemplación y no solo eso, sino que me pedía que le quitara ese apretado body. Bajé la vista para ver ese redondo culo a unos centímetros de mi polla. Ella giró su cabeza para sonreírme sabiendo que yo estaba alucinando. Movió su trasero para darle un golpetazo a mi tiesa verga que estaba a punto de estallar. Unas gotas de líquido pre seminal salieron por la punta.- Vamos, Víctor, quítamelo. – me inquirió pero de forma sugerente.Con mis dedos temblorosos fui soltando la lazada que oprimía su espalda y su cintura con aquel body granate, hasta que lo pude desatar y quedarme con la prenda en la mano. Ella quedó solo con su pequeño sostén, su tanga, su liguero y sus medias. Se giró para quedar delante de mí mostrándome su cuerpo ataviado con esas pequeñas prendas tan sexys.- ¿Y bien?, ¿Mejor? – preguntó girando de nuevo sobre sí misma y dibujando sus curvas con las manos…- Si, estás increíble Mónica – dije con total sinceridad totalmente impresionado.- Siéntate y me observas bien.Tras decir aquello, estaba claro que a ella le gustaba dominar ese juego de la seducción, de la provocación y de la lascivia hasta grado sumo. Yo me senté y seguí admirando el cuerpo de mi suegra medio desnuda. Ni en mis mejores sueños lo hubiera imaginado. La preciosa rubia comenzó a hacer un baile sensual, de movimientos circulares y oscilantes, dejando a la vista sus mejores dotes de “show girl”.- ¿Te parezco sexy con mi conjunto?- ¡Muchísimo!- Jajaja, veo que sí – dijo señalando la cabeza de mi polla que asomaba de nuevo por encima del slip.- Perdona…- No, no seas bobo, es tu mejor opinión sincera y sin palabras… con solo verte, sé que este atuendo va a hacer las delicias de mi marido cuando se lo muestre la noche de la fiesta.- Quedará impresionado. – le confirmé.- Sí, a él también le excita. ¿Sabes lo que más le gusta? Que me quite las medias bailando. ¿Quieres verlo?Asentí tragando saliva. En ese momento Mónica sin pensarlo dos veces se fue acercando hasta donde yo estaba sentado y puso su pie entre mis piernas girando su tobillo colocando la punta de su tacón casi rozando mis huevos. Luego, de forma seductora se fue desatando el liguero hasta tirarlo sobre la hierba y poco a poco sin dejar de mirarme fijamente a los ojos se desenrolló la primera media y al estirar su cuerpo hasta llegar a sus tobillos, ofrecerme al mismo tiempo la panorámica de sus tetas casi saliéndose por encima del pequeño sostén.- Ayúdame. – dijo señalando su zapato de tacón de aguja.La descalcé, saqué su media, no sin antes acariciar la suave tersura de su pantorrilla y volverle a colocar el estilizado zapato esta vez sin medias. Luego puso el otro pie entre mis muslos, haciendo la misma operativa y consiguiendo que me estremeciera con cada uno de sus gestos tan exhibicionistas.- ¿Te gustó el show? – preguntó acariciando sus caderas y moviéndolas como si fuera una serpiente cimbreante- ¡Increíble!No podía creerme la suerte que tenía de haber sido el espectador de excepción de aquel maravilloso y extraordinario show, digno de una mujer tan impresionante como ella.Mónica se fue acercando hacia donde yo estaba sin que yo pudiese retirar la vista de su cuerpo, hasta que de pronto abrió sus piernas y se sentó a horcajadas sobre mí. Hubo un momento en el que pensé que me iba a desmayar, teniendo a mi adorada suegra medio desnuda sobre mí. Fue moviendo sus muslos rozándose piel a piel con los míos hasta que nuestros sexos entraron en contacto de nuevo, como lo hicieran en la biblioteca el día anterior, salvo que esta vez, frente a frente y con nuestras prendas aún más finas y nuestro contacto más directo. Ella soltó un pequeño gemido cuando nuestros sexos se juntaron y yo debí soltar otro. No hablamos nada, tan solo nos mantuvimos así, ella subida sobre mi polla que notaba claramente los labios de su dilatada vulva y sus brazos cruzados tras mi nuca, mientras mis manos acariciaban su cintura. Sus ojos brillaban y mi polla palpitaba allí abajo sintiendo el calor de una raja que la abrazaba y la exprimía. El pecho de Mónica oscilaba en cada respiración, sus ojos brillaban y su boca estaba entreabierta. Se humedecía los labios con su lengua…Veo que te alegras de verme, dijo con su boca escasos centímetros de la mía y frotando su sexo contra el mío de forma que mi polla se restregaba directamente con su rajita palpitante. Sus tetas se movían acompasadas casi pegadas a mi cara, con cada movimiento de su pelvis y mis manos se aferraron de nuevo a su cintura, sintiendo el cuerpo de esa mujer como si me la estuviera follando.- Tengo pensado subirme así sobre Ernesto. Sé que le encanta ¿A ti? – preguntó con aire inocente.Sin contestar, me limité a acariciar su cintura e incluso bajar mis manos hasta tocar directamente la piel de su redondo culo únicamente tapado por el pequeño tanga.- Seguro que se pone así de excitado, como tú. ¿No crees? – insistía ella.De pronto, un remordimiento interno me invadió. Pensé en Sofía y de lo deshonesto que estaba siendo con ella, que seguramente estaría estudiando en la universidad, ajena totalmente a lo que estaba sucediendo en su propia casa, de manos del depravado de su novio y nada menos que con su madrastra. Traté de poner racionalidad a la locura que estaba entre mis manos, nunca mejor dicho, que no era otra que mi futura suegra convertida en una diablesa deliciosa, de curvas vertiginosas que ahora estaba abrazada a mí. Seguramente la oportunidad no se me volvería a presentar jamás y posiblemente debía ser un idiota por estar pensando en esos momentos en seriedad, responsabilidad, fidelidad… pero no podía hacerle eso a Ernesto y mucho menos a Sofía, mi novia, era toda una traición teniendo en cuenta la animadversión que sentía por su mamá postiza. Empujé a Mónica para que se separara de mí y a continuación me levanté azorado y nervioso.- ¡Basta, por favor!- ¿Qué ocurre, Víctor? – preguntó alarmada sin entender mi brusco y cortante comportamiento.- Esto no puede ser, Mónica.Allí de pie, con mi polla medio salida del calzoncillo y esa grandiosa mujer medio desnuda delante de mí, podía ser el mejor de mis sueños y en el fondo debí ser un estúpido al no aprovecharme de esa gran ocasión. Cualquiera en mi caso, se hubiera lanzado ante semejante hembra y la hubiera dado toda la caña que necesitaba. Sin embargo yo me sentía mal y si había realmente un momento de parar todo aquello, era ese.- Pero… ¿Qué ocurre? ¿No te ha gustado?- ¿Gustarme? Mira, Mónica, eres preciosa, la mujer más impresionante que he conocido, pero no, por favor, no me lo pongas tan difícil,- Pero, ¿por qué?- Yo estoy con tu hija y no quiero…- ¿Serle infiel? – terminó ella la frase.- ¡Sí! – dije seguro de mi mismo.- ¡No ha pasado nada!Noté cierto enfado en la cara de Mónica, pues supongo que no esperaba mi reacción, pero lo de no haber pasado nada, no me quedaba del todo claro, porque estar así medio despelotada, yo en calzoncillos, después de haberse restregado contra mi cuerpo tanto en el baile de lo más sensual y excitante, como el hecho de haber estado sentada sobre mi erguida polla, era de todo menos normal. Además, era más que claro que la frontera del bien y del mal ya había quedado varios kilómetros atrás.- Prefiero que no pase nada más – le dije dirigiéndome a donde estaba mi ropa, dispuesto a recogerla, vestirme y marcharme de allí antes de que fuera demasiado tarde y eso que mi polla no había bajado ni un centímetro.- Pero no te vayas así… siento si…- No, Mónica, tú no tienes la culpa. Pero me gustas mucho y…- ¿Te gusto? – preguntó sonriente y sorprendida.- ¿Acaso lo dudas? Eres preciosa.- Tú también me gustas a mí.Hubo un silencio largo en el que ambos permanecimos mirándonos allí de pie, ataviados únicamente con nuestra ropa interior. Por un momento dudé entre el bien y el mal, teniendo a Mónica así, delante.- No puedes irte así. – me dijo.- Por favor… Mónica.- ¿Crees que estás traicionando a Sofía?- Si te parece…- Tú no sabes lo que está haciendo ella ahora mismo. – dijo sentándose en la tumbona en un aspecto más serio y preocupado.- Pues está en la ciudad… en la universidad y además de no saber nada de la sorpresa de la fiesta, no creo que le haría gracia que su novio estuviera con su madre. Una cosa es ocultarle la sorpresa y otra…- Quizás ella también te oculte cosas. – respondió ella cortando mi frase.- No te entiendo.- ¡Con Jorge!- Sí, es su compañero pero…No sé por qué pero hasta entonces no había sentido nada raro con Jorge, un tipo guapete que siempre iba con Sofía a la universidad. Sofía me habló siempre de él como un buen amigo y compañero, sin embargo, Mónica parecía querer decirme algo más.- Verás, no sé por dónde empezar, pero ya que seguramente vas a ser su futuro marido… pues deberías saber…- ¿Qué me quieres decir Mónica? – pregunté sentándome a su lado.- Yo, es que quiero ser sincera contigo y Sofía y ese chico… ya sabes.- ¿Están liados? – pregunté atónito.- Si.- No me lo creo. Eso no puede ser, no sé por qué dices eso, Mónica – dije con seguridad aunque por dentro lleno de dudas. Notaba cómo mi polla se iba desinflando por momentos bajo mis bóxers.En ese instante Mónica, muy seria, recogió su Smartphone y estuvo buscando algo, hasta que lo giró y me mostró una foto que me impactó de forma increíble: Mi chica, Sofía… estaba completamente desnuda sobre el asiento posterior de un coche y su compañero Jorge, también desnudo, le estaba haciendo una comida de coño espectacular.Por más que lo miraba, no podía ni quería creerlo. Miré a Mónica que asintió confirmando que la foto era completamente real. Mi chica estaba más que liada con su compañero Jorge sin que yo lo hubiera sospechado en lo más mínimo. Mis ojos no se apartaban de aquella impresionante foto.Mi boca estaba seca, mis piernas temblaban, todo mi cuerpo se sentía raro y mi orgullo totalmente traicionado. ¡Y fíjate!, yo que había estado preocupado por estar haciendo “rozamientos” con su madre. No supe qué más decir, estaba totalmente K.O. Permanecí no sé cuanto tiempo sentado en la tumbona observando la foto de mi novia desnuda siendo “devorada” con total entrega por ese tipo del que apenas sabía nada.- No quiero hacerte daño Víctor, pero tenías que saberlo. – añadió Mónica que seguía con su diminuto conjunto de tanga y sostén, ambos semi transparentes, pegando sus tetas en mi espalda y masajeando mi nuca y mis hombros con sus deliciosos dedos.Yo permanecía con el móvil mirando aquella foto sin acabar de creérmelo. Por más que recapacitaba no podía dar crédito a ese engaño por parte de Sofía.- Puede que esto tenga una explicación y la foto sea algo diferente a lo que parece- dije absurdamente.Mónica suspiró, acarició mi brazo sin decir nada, pero dando a entender que la evidencia era demasiado clara como para dudar de ella, por mucho que yo me empeñase en negarlo.- Sigue pasando las fotos. – añadió sin dejar de acariciar mi brazo.No podía creer que hubiera más. Al hacerlo todavía era más alucinante descubrir nuevas sorpresas. En la siguiente instantánea aparecía Sofía chupándole la polla al tipo, follando sobre él en otra, a lo perrito en la siguiente, con una enorme corrida sobre sus tetas y muchas otras posturas inimaginables que hubiera negado segundos antes. Todas las fotos parecían tomadas con una cámara a distancia con un gran zoom. La más impactante de todas era ella a cuatro patas y su compañero follándole el culo. ¡Nunca me había permitido perforarle ese agujerito! Ahora ese Jorge, en la foto, tenía toda su polla dentro.- ¡Pedazo de zorra! – dije furioso viendo esa última imagen.- Lo siento mucho Víctor. Lamento que sea yo quien te lo haya mostrado. – me repetía Mónica apesadumbrada.Miré a esa rubia que estaba medio desnuda y admiré una vez más ese cuerpo, pensando en que yo no lo había catado guardando las formas y el tipo, precisamente por respeto a mi novia y ahora era ella la que me la pegaba con su amigo y en todas las posturas impensables incluyendo esa de la sodomización, la que más daño me hizo, sin duda. Volví a fijarme en esa foto de la espalda de mi novia, sus curvas, su redondo culo y la polla de ese tipo clavada al completo en su agujerito prohibido.- Mónica, ¿Estas fotos? ¿Cómo las tienes? – dije desconsolado.- Verás, las mandé sacar yo. Sospechaba algo y… al final decidí contratar los servicios de un detective privado.Mientras yo la miraba alucinado, ella me seguía explicando que había tomado la determinación de espiar a su hijastra cuando notó algo raro en sus comportamientos y su intuición femenina le decía que había algo más y debía estar liada con ese chico cuando estaban solos en la ciudad. Sus sospechas se hicieron realidad con las fotos, pero no se había atrevido a decirle nada a su esposo porque sería el gran disgusto de su vida y no quería hacerle daño. También dudó en la cosa de no contármelo para no hacerme el daño que ahora estaba sintiendo, pues me apreciaba mucho, pero se sentía obligada a hacerlo, precisamente cuando yo no quise tener sexo con la mujer más sensual del planeta por respeto a mi novia.- No me lo puedo creer. – dije con mis ojos húmedos.Más que sentirme engañado por mi novia, lo que realmente sentía era no haberme percatado de nada. Nunca sospeché ni lo más mínimo, además Sofía siempre me daba unas buenas dosis de sexo, por lo que aun me parecía más increíble que también se las diera a ese tipo, al que odiaba con todas mis fuerzas en ese mismo momento. Yo, minutos antes, me había sentido fatal por juguetear con su madre pero esto era un desfase total y un dolor grandísimo.- Se acabó todo. – sentencié muy apenado.- No Víctor. ¡En absoluto! – me recriminó ella con un tono de enfado.- ¿Cómo que no?, ¿Te parece que esto no sea el fin con la zorra de mi novia?- Bueno, ahora en caliente puede que estés furioso… triste…- Mónica, en caliente y en frío. ¡Soy un puto cornudo!Me besó tiernamente en la mejilla como queriendo apagar esa furia que me invadía por dentro. Me volví para ver su preciosa cara, que me sonreía intentando apaciguar la angustia mientras sus manos seguían masajeando mis hombros y acariciando mi cara. Yo tenía claro que era el fin definitivo con Sofía.- ¿Realmente querrás romper con todo porque ella te ha puesto los cuernos?- ¿Te parece poco motivo? – le repuse volviendo a ver esa foto de la sodomización de mi novia a cargo de ese despreciable tipejo.Mónica seguía con sus caricias y notaba su pecho pegado en mi costado. Me dijo:- Mira, te voy a decir una cosa. No te interesa romper tu relación con Sofía. Piensa solo en ti. Ella es tu mejor motivo para hacer el trabajo que más te gusta y que perderías en el momento que anunciaras tu ruptura. Perderías también la confianza de Ernesto, todo tu futuro aprendizaje y él además, te despediría inmediatamente. ¿Es lo que realmente quieres?Alcé la vista para volver a ver su preciosa cara que asentía para confirmar que lo que acababa de decirme no era ninguna tontería.- ¿Me estás diciendo que mire a otro lado? – le interrogué cargado de rabia.- Te estoy diciendo que tienes más que perder que ganar si la dejas. Tu puesto de trabajo, tu futuro en esta profesión y perder parte de una buena fortuna si no te casas con Sofía.- Pero ella me ha engañado, Mónica. Yo no puedo hacer como si nada hubiera pasado – protestaba yo mirando sus grandes ojos.- ¡Devuélvele la moneda!Al principio no entendía a lo que se refería, pero ella acercó su boca a la mía y me plantó un beso haciendo que nuestros labios se cruzasen por primera vez durante unos segundos. Fue un beso tierno, pero al mismo tiempo comenzaron a arrancar dentro de mí muchos sentimientos, como el hecho de hacer borrar de mi mente, por un instante, la imagen de Sofía, gracias a aquella mujer, con la que era fácil olvidarse de todo.- Sofía necesita la misma medicina. – me reafirmó mi rubia favorita tras ese maravilloso beso.- Pero ¿Cómo? No entiendo…- Ven.En ese instante Mónica se levantó tirando de mi mano y yo fui detrás, hipnotizado por los andares de su endiablado cuerpo. Por un momento, el movimiento de sus caderas y su culo, acompañado por el sonido de sus tacones me hizo sentirme en otro mundo. No sabía dónde me llevaba pero ya no eran las imágenes del móvil lo que tenía enfrente sino la silueta de la mujer más deseada del mundo que caminaba de aquella forma tan arrebatadoramente atrayente. Mi polla estaba empezando a despertar de su letargo momentáneo y me preguntaba a mi mismo cómo era posible que me estuviera excitando en ese instante, tras la dura noticia, pero esa rubia era la perdición y la lujuria personificada.Llegamos a su habitación y se puso frente a mí, observándome en silencio, sosteniendo mis manos entre las suyas. En ese instante me sonrió de una forma muy lasciva, pasando la punta de su lengua por los dientes para preguntarme.- Víctor, ¿Yo te gusto?- ¿Cómo?- ¿Te parezco atractiva?Tardé un rato en contestar pero mi polla iba tomando cada vez más firmeza bajo mi slip.- ¿Bromeas? Eres preciosa. – dije lo evidente.- ¡Desnúdame!- ¡Pero… Mónica!Sin decir nada más, mi adorada rubia se dio la vuelta y me señaló los corchetes de su sostén para que los desabrochara.- Yo… – todavía, en mi fuero interno guardaba las formas, aunque ya no tenía motivos por los que no tendría que abalanzarme a por ese soñado manjar de una vez por todas.Mónica pegó su espalda a mi pecho uniendo también su cara a la mía para decirme en un susurro suave y sensual:- ¡Vamos, desnúdame, lo estás deseando… y yo también. Estoy cachondísima!Mi polla estaba de nuevo completamente empalmada y por un momento parecía que me había olvidado que el mundo girase a nuestro alrededor, solo estábamos ella y yo.Solté como un autómata los corchetes del sujetador y ella se giró sujetándolo con sus manos contra su pecho. De pronto separó sus brazos y la prenda cayó al suelo dejándome ante mis ojos las dos grandiosas tetas al natural. Eran dos enormes globos, bastante erguidos pese a su tamaño, con la caída natural de un pecho perfecto. Ese par de tetas tan bien puestas estaban coronadas con dos enormes y puntiagudos pezones que se veían apetitosos.- ¡Dios, Mónica! – alcancé a decir.- ¿Te gustan? – dijo poniendo sus brazos estirados a los costados de aquellas perfectas protuberancias mamarias que se alzaron aún más ante mí.- Me encantan.- Pues continúa… dijo señalando sus braguitas.- Mónica…Puso su mano en mi boca para que no continuara hablando, tan solo cuando la retiró me dio otro beso, esta vez más largo. Después empujó mis hombros hasta quedarme de rodillas frente a ella.- Ahora la zorra de tu novia se está tirando a su amiguito. Ese tipo le estará partiendo el culo y tú aquí dudando… – me repetía esa mujer impresionante, para sacarme de mi nube.- ¿Estás segura? – dije en el último intento por ser racional.- Yo seré tu puta. Toda tuya. – añadió acariciando sus grandes pechos y meneando las caderas.No era solo una venganza, sino una dulce y deseada venganza. Era la oportunidad que tantas veces había soñado y ahora ofrecida con todos los motivos. Vale que fuera un cornudo, pero si uno tiene que plantearse una venganza con la puta de su novia, ¿Con quién mejor que con esa mujer que además era su madre? ¡Dios, aquello además de gustarme me producía un morbo brutal!Agarré su tanga por los costados y fui bajando por sus portentosos muslos, disfrutando de la vista que iba quedando una vez que la prenda se enrollaba en ellos. Su sexo abultado estaba ante mí por primera vez y me pareció divino, con una rajita sonrosada, ligeramente húmeda y una mata de vello fino adornándolo alrededor de forma perfecta. Su aroma me llegó enseguida y mis fosas nasales captaron aquel hermoso olor a hembra cachonda.Acaricié sus muslos y ella tiraba de mi pelo para que me levantara. Sus ojazos me miraron hipnotizantes. Me puse frente a frente de esa mujer tan deseada y que tenía ante mí, aunque no me lo acabara de creer, ¡Completamente desnuda!- ¿Todavía piensas que ella no se lo merece? – dijo acariciando la cara interna de sus muslos.Yo estaba petrificado, pero ella, una hembra cachonda y experta, supo cómo hacerme despertar de mi sueño, para acercar su mano a mi entrepierna y acariciar mi miembro por encima de la tela del calzoncillo. ¡Qué gusto sentir su mano acariciando por fin mi polla!Luego me miró a los ojos y no hizo falta que le diera permiso. Su mirada era de deseo total y mis ganas, más todavía. Me bajó de sopetón mi última prenda quedándome en bolas igual que ella. Miró a mi polla atentamente, la acarició suavemente esta vez directamente, estando los dos desnudos frente a frente. Me sonrió y se mordió el labio inferior.- Es como lo había imaginado. – dijo acariciando lentamente mi glande con su pulgar.- ¿Te gusta?- No veas cómo lo he deseado, Víctor. – terminó diciendo por lo que mi polla dio un espasmo entre sus dedos.La mano de Mónica comenzó una acompasada paja mientras nuestras miradas se cruzaban incesantemente llenas de deseo. Mónica se pegó a mí, uniendo sus tetas a mi pecho y sin dejar de masturbarme, me besó alejando de mi cabeza argumentos absurdos ni nada que no nos permitiese continuar con todo aquel momento anhelado por ambos.- Ahora podrás cumplir tu venganza, Víctor. Soy toda tuya. – añadió pegando más su cuerpo desnudo al mío en un abrazo soñado.Sus labios volvieron al ataque contra los míos y esta vez no fue corto, sino que el beso se convirtió en todo un morreo, donde nuestras lenguas y nuestros labios no dejaban de retorcerse entre sí. Mi polla aprisionada entre nuestros cuerpos estaba a tope. Mis manos sostuvieron su barbilla y besé a esa mujer con todas mis ganas, sabiendo que era por fin mi sueño hecho realidad. A esas alturas me importaba poco haber sabido de la infidelidad de mi novia, yo tenía lo mejor ante mí, a su anhelada y preciosa madre, entregada por entero para mí.Giré su cuerpo, para ponerla de espaldas a mí. Acaricié ese culazo y lo apreté entre mis dedos. Luego pegué mi cuerpo al suyo, sintiendo su espalda en mi pecho y mi polla sustentada entre esos glúteos divinos. Besé su cuello, aprisioné por primera vez aquellas enormes tetas en vivo, pellizqué sus grandes pezones, acaricié sus caderas y pasé mis dedos por su abultada vulva haciéndola temblar de gusto. Pasó su mano por mi nuca y pegó su boca a mi oreja.- ¿Tiene ella unas tetas como estas? – preguntó con su susurro- En absoluto. – dije amasando aquellas voluminosas masas de carne suave y blanda.Su sonrisa se veía como una victoria y en cierto modo, era entendible, tenía que luchar con una hija con la que no había conseguido congeniar y para colmo tener la competencia frente a su marido, de modo que ahora estaba disfrutando con su yerno y devolviendo su venganza particular, tanto a su hijastra en gran competitividad pero también a su marido, ciego por no haber comprendido tantas veces su postura, y sobre todo por no haberla sabido valorar y poner en el sitio de madre que se merecía. Yo me preguntaba si ese hombre la había sabido amar en todos los sentidos.Mónica se sentó en la cama y abrió las piernas de par en par ofreciéndome la mejor visión de su sexo. Era una invitación a la que no podría resistirme y sin preguntar, me arrodille entre aquellos muslos para meter mi cabeza frente a su inflamada raja que pedía ser devorada y eso fue lo que hice. El aroma que emanaba aquel cuerpo y especialmente su sexo era la mejor droga a la que uno pudiera engancharse. Chupé, lamí, besé, mordí… saciando mi hambre y mi sed, devorando con pasión aquel chochito anhelado con todas mis ganas, algo que ella agradecía acariciando mi pelo y gimiendo como si la fueran a matar. afyon escort bayan Me gustaba verla temblar y cómo me apretujaba el pelo con sus dedos en señal del gusto que le estaba proporcionando.A los pocos segundos entró en trance y no me imaginé que mi lengua hubiera hecho tan buen trabajo y en tan poco tiempo. Un primer orgasmo le llevó a dejar caer su espalda sobre la cama, con su cuerpo desnudo echado por completo mientras mi lengua seguía enfrascada de lleno en su delicioso coño y mis manos abarcaban sus caderas, sus tetas, sus muslos…- ¡Dios, Víctor, qué gusto! – me repetía dentro de aquel trance.Cuando por fin me separé de aquel delicioso manjar, me quedé observando detenidamente su maravilloso cuerpo y aproveché para acariciar cada centímetro de sus muslos, dibujando sus piernas, sus pantorrillas, los pliegues de sus ingles… pero ella debía estar tan deseosa como yo de devorarme. Se incorporó ordenando que me levantara, permaneciendo ambos allí de pie, al borde de la cama, tan solo admirando nuestros respectivos cuerpos desnudos.- Ahora quiero comer yo- me dijo mientras su mano acariciaba suavemente mi polla.Luego se arrodilló y mirándome a los ojos se metió la punta en la boca, mordió ligeramente mi glande y después se la fue introduciendo lentamente, hasta que increíblemente toda mi polla desapareció dentro de su boca. No me lo podía creer. Ella me miró y separó sus labios lentamente haciendo un sonido de chapoteo cuando mi verga salió al completo quedando embadurnada de mis fluidos y de su abundante saliva.- Ella tampoco te la chupa así, ¿verdad?- ¡Nooo…! – contesté al tiempo que empujaba su cabeza para que siguiera con la deliciosa mamada.En ese momento ya nada me impedía tener a esa mujer a mi entera disposición, primero por su propio ofrecimiento y el hecho de seguir su consejo y vengarme de mi novia con ella misma. De ese modo agarré su cabeza con rudeza e hice que se tragara todo mi tronco sin rechistar, hasta provocarle incluso una pequeña arcada, debido a los impulsos que le profería en su cabeza contra mi miembro, pero de nuevo agarré su pelo clavando toda mi dureza hasta lo más profundo de su garganta. ¡Qué delicia tenerla entera metida en su boca!La saqué sosteniendo su pelo fuertemente echándolo hacia atrás hasta notar el brillo de sus ojos.- ¿Te ha gustado? – le dije.- Me gusta esta venganza y ser tu puta – añadió agitada, para volver a tragarse mi verga por entero.Metí mi polla cada vez a más velocidad en aquella acogedora boca, pero veía que no podría continuar por más tiempo así, porque acabaría corriéndome en pocos segundos, de modo que separé de nuevo su cabeza aguantando su cabellera bruscamente. El tirón le hizo dar un pequeño alarido.- ¡Eres una auténtica zorra! – dije sin pensar, totalmente desbocado.Al ver su cara, noté que no solo no le m*****ó en absoluto, sino que le gustó que le dijera aquella frase. Me sonrió por haber conseguido su propósito que era el mismo que el mío y ya no sabíamos muy bien si todo era fruto de la propia venganza o del deseo descontrolado que ambos teníamos. Me miró a los ojos de la forma más lasciva mordiéndome los huevos ligeramente mientras su mano me pajeaba, para luego pasar a recorrer con sus labios aquel trozo de carne duro, para luego dedicarse de lleno al glande, chupándolo, apretándolo con su boca. Me encantaba ver esos preciosos labios rodeando mi verga y esa dedicación que le estaba dando. Yo estaba al límite y tiré de nuevo de su pelo separándola. No quería correrme en su boca. Necesitaba meterla en ese chochito.Me miró sorprendida y acercó su boca de nuevo la polla dispuesta a tragársela de lleno con todas sus ganas, pero la detuve.- ¡Quiero follarte! – le dije sosteniendo su cabeza con mis manos antes de que se tragara mi sable de nuevo.Mónica se puso de rodillas sobre la cama y lentamente fue avanzando a gatas hasta el cabecero muy despacio, ofreciéndome la visión de su culazo en movimiento y su coño empapado aprisionado entre sus muslos a medida que ese fantástico cuerpo gateaba sobre las sábanas.- ¡No huyas que te voy follar! – anuncié dando un par de meneos a mi polla que seguía que estaba completamente lubricada.- ¡No me entrará en mi chochito! – dijo poniéndose con las piernas abiertas y tapando su sexo de forma inocente pero totalmente retadora, mientras apoyaba su espalda en el cabecero.- ¡Voy a partirte en dos! – le anuncié totalmente excitado.- ¡No, por favor, Víctor! – repetía con voz ronca y ojos de asustada.Estaba claro. Aquello no era precisamente una negación, sino una provocación. Estaba jugando conmigo, pero esa forma suya de hacerlo, me ponía aun más cachondo de lo que ya estaba. Sabía cómo manejar a un hombre y llevarle al límite.- ¿No quieres que te parta ese coño? – dije con ese lenguaje que me excitaba y sabía que a ella también.- Es muy estrecho… me respondió con un mohín de niña buena.Aquello era demasiado. Agarré los labios de aquel coño exquisito con mis dedos y le pellizqué haciendo que emitiera un pequeño gritito, mientras mi boca se comía la suya en besos, lamidas, intercambio de lenguas y hasta pequeños mordiscos.- ¡Qué cachonda estoy, Víctor…! – dijo mirándome con aquellos ojos llenos de placer.- Yo también. Me tienes loco.- ¿Ella no es como yo?- No, nunca me pasó lo que me pasa contigo.- A mí tampoco. Nunca me he comportado así – dijo como si quisiera disculparse.Mis dedos jugaban con su sexo, estaba empapado y sus jadeos indicaban el nivel de excitación que tenía. Estaba convencido que su marido no le daba lo que se merecía.- ¡Fóllame, cabrón! – dijo acariciando mis pectorales y pellizcando mis pezones.- ¿Estás caliente, zorrita?- ¡Sí, Víctor!- ¡Voy a follarte en tu cama, como nadie ha hecho nunca. Voy a partirte ese coño y me voy a correr dentro! – dije eufórico y excitado.Sonrió notándose en su cara la felicidad y el deseo de que cumpliese con esos avisos, sabiendo que por fin se cumpliría el sueño de ambos, echar el polvo de nuestras vidas y para más morbo, en su propia cama.- Date la vuelta putita.Mónica, la que hasta ahora había sido mi jefa y dominaba la situación había pasado a ser mi obediente y sumisa amante que se disponía a recibir su dosis de carne. Se puso de rodillas de espaldas a mí, apoyando sus manos en el cabecero de la cama.Adherí mi pecho a su espalda mordiendo su cuello, diciéndole al oído lo puta que era y lo mucho que la deseaba. Su boca se giró para atrapar la mía al tiempo que mis manos acariciaban y pellizcaban sus pechos.- ¡Métemela ya por Dios! – rogaba entre hipidos.Ubiqué la punta de mi glande en la entrada de su vulva que la recibió impregnándola aun más de la lubricación que ya tenía.- ¿Lista? – le dije mordiendo el lóbulo de su oreja.- Sí, hazlo Víctor, demuéstrale a esa zorrita cómo se folla.Por mi cabeza pasó por un momento la imagen de mi novia follando con su compañero y esa manera de alentarme su madre, era demasiado para mí. Moví mi pelvis ligeramente hacia atrás y de un golpe fuerte y certero, le metí toda mi polla hasta el fondo sosteniéndome con fuerza en sus caderas.Los dos dimos un largo suspiro y un jadeo prolongado a continuación al sentir el placer que nos proporcionaba estar unidos por fin. Toda mi polla estaba aprisionada completamente en aquel coño que era realmente estrecho y que se aferraba de forma asombrosa. La saqué lentamente hasta que quedó sola la punta de mi polla en su interior y después de darle un azotazo a ese maravilloso culo, haciéndola gritar, le pegué otro empellón, penetrándola con fuerza, haciendo que Mónica tuviera que agarrarse más fuerte al cabecero si no quería golpearse. A partir de ese momento empecé a follármela como un poseso, con todas mis ganas, sintiendo el placer que me proporcionaba su coño aferrado a mi verga que entraba y salía de aquel estrecho y delicioso agujero. Mónica, además apretaba su culo y seguía el compás de nuestra cabalgada haciendo más placentera la unión de nuestros sexos, totalmente entregados al placer. Ya no había remordimientos, ni miedos, ni casi diría que venganza, sino follar y follar con mi amada y deseada suegra.En un momento mi polla abandonó aquella acogedora cueva y ella aprovechó para cambiar de postura. Me tumbó en la cama y se puso en cuclillas delante de mí, dándome la espalda. Nunca había tenido esa postura y me encantó, no solo por la forma tan profunda en cómo se colaba mi polla en el interior de ese coño, sino la vista de su espalda y su extraordinario culazo saltando sobre mi polla. ¡Otra imagen para enmarcar!No podía aguantar mucho más, porque era demasiado intenso ese momento, intenso el contacto e intenso el placer como para que no me corriera de inmediato.- Voy a correrme, Mónica. – le avisé.Ella se giró por completo, de manera habilidosa se salió de encima de mí durante un segundo. Por un momento pensé que quería que soltase todo fuera, pero su intención no era otra que darse la vuelta y de esa forma se insertó de nuevo sobre mí, esta vez cara a cara.- ¡Sí, Víctor, córrete dentro! – dijo y continuó cabalgando como una auténtica amazona sobre mi tiesa verga.- ¿Dentro? – le pregunte sorprendido.- Esa zorrita no te deja que te corras dentro, ¿no? Conmigo puedes hacerlo. Me encantará sentir tu semen caliente en mi interior.Aquello era demasiado, no hizo falta mucho más, solo ver su cara viciosa, sus tetas botando sin parar y ese coño apretándose contra mi polla, era un auténtico frenesí. Me agarré a su culo, mordí uno de sus pezones y apreté mi pelvis para indicarle que ya era el momento. Ella permaneció quieta y de pronto el primer chorro salió disparado por el interior de aquel coño deseado. No sé cuantas veces más disparó mi polla en su interior, pero me corrí en abundancia, más que nunca. Notaba como emanaban borbotones en aquel agujero ardiente con nuestros cuerpos insertados.- Guau, dijo ella sonriendo y apoyando su cuerpo desnudo sobre el mío.Nos besamos mezclando labios y lenguas mientras mi polla seguía dando espasmos y seguía inundando su coño. Nunca había sentido nada igual y era cierto que mi chica no me había dejado nunca correrme dentro por miedo a quedar embarazada, pero en cambio su madre no puso ningún reparo y no solo eso, sino que le gustaba retarme para vaciarme dentro de su chochito.- ¡Qué maravilla, Víctor!, ¡Qué bien follas! – me dijo acariciando mi pecho y dándome besitos por la cara y jugando con nuestras lenguas.- Tú también, Mónica, mejor aún de lo que había imaginado.- ¿Te gustó correrte dentro de tu putita? – preguntó sonriendo.- Sí, mucho.Mónica se incorporó lentamente y pude ver como nuestros sexos se separaban formando un hilo con los restos de la corrida que acababa de inundar su chochete. Se arrodilló a mi lado y empezó a chuparme lentamente mi verga, dejándola completamente limpia. Pasaba su lengua lentamente por el frenillo, luego sus labios, mordía suavemente por toda su largura y luego volvía de nuevo a engullirla mirándome fijamente a los ojos. No tardó en ponerse dura de nuevo con ese buen repaso que me estuvo dando. Me sonrió.- ¿Ya estás en forma de nuevo? – preguntó sorprendida por mi rápida reacción.Me sorprendió a mí mismo esa pronta recuperación. Era lógico, hasta cierto punto, debido a mi juventud y evidentemente no podría ser lo mismo que con su esposo, pero supongo que la culpable en gran parte había sido esa lengua y esos labios que despertaron a esa verga sedienta de más y más sexo con su diva soñada.Me incorporé y la tumbé en la cama mirándole fijamente a los ojos. Ella abrió sus piernas y me rodeó con ellas mi cintura. Estaba más que dispuesta a recibir de nuevo mi polla en su interior. Nada más acercar la punta un nuevo escalofrío recorrió mi espalda y de golpe volví a metérsela hasta el fondo. Su gemido era casi un grito al sentirla y yo de verla a ella gozar y de admirar su cuerpo disfruté follándomela de nuevo, sin volver a pensar en mi novia, en mi jefe ni en nada.Mis movimientos se aceleraban viendo como ella se mordía el labio y acariciaba mi espalda. Mi polla desaparecía una y otra vez en su interior y me gustaba sentirla de lleno cada vez. Ella de pronto se agarró a mis pectorales arañándome ligeramente, para después soltar un pequeño grito y un gemido prolongado después. Se estaba corriendo de nuevo mientras mi pelvis seguía incesantemente golpeando contra su coño. El sonido de nuestros cuerpos chocando marcaba el ritmo para seguir disfrutando de un polvo maravilloso y salvaje.La besé mientras se corría y ella al tiempo se aferraba a mi culo, clavándome sus uñas y poniendo los ojos en blanco. Verla así, debajo de mí, era demasiado y no pude aguantar más.- ¡Me corro, Mónica! – le dije- ¿Donde quieres hacerlo ahora? ¿En mis tetas? ¿En mi cara?No me imaginaba aquello, pues era demasiado, me estaba proponiendo correrme en su cara sin que apenas me hubiera repuesto de la sorpresa anterior. Deseaba hacerlo en todas las partes de su cuerpo, quería estar follando hasta desfallecer, pero de momento me levanté, incorporándome de un salto sobre la cama y ella se sentó al borde. Ver su cara sonriente fijándose detenidamente en mi polla era algo muy fuerte. Me agarró suavemente por los huevos y yo empecé a pajearme frente a su boca. El primer chorro salió disparado chocando contra su ceja izquierda, el derecho sobre su mejilla, el tercero en su labio y el resto dentro de su boca vaciándome al completo.Me encantó ver su cara de felicidad con mi corrida, mientras ella volvía a limpiarme la verga con su lengua y sus labios dejándola resplandeciente. Nuestras miradas permanecían fijas la una en la otra, sin mediar palabra, solo hablándonos con el deseo que reflejaban nuestros ojos.Tras acabar su espléndida tarea de dejarme limpito, se levantó al baño para lavarse la cara, pues la verdad es que la dejé completamente impregnada con semejante corrida sobre su cara. Yo me quedé tumbado, desnudo sobre aquella enorme cama, intentando asimilar todo lo sucedido. Había follado a esa mujer que deseaba con todas mis ganas y aun estando casi exhausto, mi polla empezaba a despertar dispuesta a seguir jugando. ¡Era todo increíble!Mientras ella se lavaba en el baño, aproveché para coger su móvil, que estaba sobre la mesita y volver a mortificarme viendo las malditas fotos de mi novia y su amante. Observar esas poses de mi novia con un extraño me hacía sentir fatal, sintiendo como una bola en el estómago y la más impactante, ver la de mi chica siendo penetrada por detrás, esa era, sin duda, la más humillante de todas. Aunque resultara algo masoca por mi parte, me reenvié las fotos a mi propio móvil, en parte para recordar lo puta que era mi novia y también por si ella me lo pudiera negar en algún momento en el futuro. Desde luego esto no podría callármelo eternamente.A los pocos minutos apareció Mónica que salía del baño, ofreciéndome su armoniosa desnudez y haciéndome olvidar todas las penas en un instante. ¡Era impresionante esa mujer!- Víctor, no te tortures. – dijo al verme con su teléfono, completamente irritado con las fotos.Ella me quitó el móvil de mis dedos y tirando de mí, me hizo levantarme de la cama.- ¿Dónde me llevas, Mónica?- Ven, vamos a darnos un baño en la piscina.Mónica caminaba delante de mí, ofreciéndome la visión de su cuerpo desnudo y sus gráciles movimientos, con un giro fantástico de sus caderas y la vista de ese culo redondo que parecía llamarme a cada paso. Esa visión consiguió que mi polla volviese a ponerse dura por momentos. Cuando llegamos a la piscina ella se giró sonriendo al ver esa tremenda empalmada.- ¡Madre mía, qué gusto verte siempre dispuesto! – dijo acariciando mi polla con sus dedos.Luego nos metimos en el agua y allí nos refrescamos, nos acariciamos, nos besamos, esta vez sin que hubiera nada que nos impidiera dejarnos llevar por nuestros impulsos más ardientes. Palpé aquel culazo a placer, sobé sus tetas, mordí sus labios, acaricié su inflamada vulva. Ella agarró mi polla con sus dedos y empezó a pasar la punta por esa rajita, incluso metiendo la punta y sácandola, a modo de juego cachondo, pero encendiéndonos mutuamente cada vez más.- ¿Te encuentras mejor? – dijo dándome otro beso delicioso en mis labios.- Sí, contigo se olvida uno de todo.- Vaya, que bien. Eso es lo importante, ahora ella podrá estar disfrutando, pero tú más, ¿no te parece lo justo?- Sí, Mónica, pero es duro esto de soportar unos cuernos. No creo que pueda seguir con esta farsa.- Bueno, tú se los estás devolviendo, cariño. – añadió apretando con sus dedos mi glande y pasándolo sin cesar por su vulva bajo el agua, algo que me hacía estremecer de gusto.- No soporto la idea de ser un cornudo.- Ahora ella también lo es y tú no perderás todos tus privilegios.- ¿Y la imagen de ese tío rompiéndole el culo?, es algo que… ¡Me enerva! – dije furioso.- Ah, ¿Quieres un culito para desahogarte?. Aquí tienes el mío.En ese momento Mónica se dio la vuelta poniendo su trasero en pompa, agarrándose los glúteos con las manos para separar ambos y ofrecerme la vista de su agujerito posterior.- ¡Vamos! ¿no quieres un culo para ti solo? – me invitaba ella con ese aire seductor aparentemente inocente.- ¿Estás segura?- Serás el primero.- ¿En serio, Mónica?- Claro que sí. Te lo has ganado, me matas de gusto. Ahora mismo lo que más quiero… es, ¡Que me folles el culo!Ubiqué mi polla en ese agujerito que bajo el agua me ofrecía la oportunidad de penetrarlo con mayor facilidad. Me abracé a sus tetas y mantuvo sus piernas separadas mientras ella se agarraba al borde de la piscina.- Pártele el culo a tu putita – insistía ella.Ese fue el pistoletazo de salida, primero para meterle la polla en su coño una vez más haciendo que ella se agarrara más fuerte. Sabía que tendríamos que estar lubricados para esa nueva aventura, pero sabía que bajo el agua todo sería mucho más sencillo. Saqué mi polla, mordí su cuello y volví a preguntarle.- ¿Estás lista?- ¡Adelante! – dijo en un largo suspiro.Metí mi glande con suma facilidad y me encantó verlo insertado en ese nuevo espacio divino. Mónica emitía pequeños gemidos al sentirla. Me agarré a sus tetas y noté como sus manos se aferraban con fuerza al borde de la piscina. Entonces avancé unos centímetros más, notando la estrechez de ese agujerito delicioso. Otra vez, mirando su espalda y su culo abrazando mi polla me vino a la mente la imagen de Sofía, algo que me hizo sentir de nuevo esa rabia interior. Entonces apreté con fuerza mi pelvis y me dejé caer sobre el maravilloso cuerpo de mi suegra para insertarla hasta lo más profundo toda mi verga, de una sola embestida. Un grito intenso salió de la garganta de Mónica en una mezcla de placer y dolor, que unido a sentirme aprisionado por la estrechez de su agujero posterior, consiguieron que todo mi cuerpo temblara de placer. Saqué mi polla hasta casi la punta y le metí un segundo pollazo en aquel delicioso trasero, hasta que mis huevos chocaron de nuevo contra la parte posterior de sus muslos. Y así empecé un ritmo continuo, frenético y desesperado, mientras ella se retorcía entre gemidos y gritos, presa de un enorme placer. Veía su espalda y la asimilaba a la de mi novia en aquella foto, algo que volvía a encenderme más y a empujar con más fuerza sobre mi adorada suegra, hasta casi hacerla caer. Los traqueteos y el movimiento del agua, hacían la imagen de una máquina bien engrasada y nuestros cuerpos tensados en cada golpe de mi polla sobre su ano.No pude aguantar más y me corrí en su interior, al oírle tantos gritos y gemidos, que me contagió haciendo que yo también los diera, en una mezcla de placer, venganza y rabia convertida en un folleteo de su culo de lo más bestial. Los últimos impulsos eran casi imperceptibles, mientras un chorro salía de mi polla para inundar ese estrecho conducto que seguía aprisionándome el miembro.Cuando nos separamos, ella se volvió y me besó con toda la pasión, acariciándome la espalda, el pelo, mientras yo también lo hacía con sus tetas y su culo.- ¡Víctor, qué maravilla!- ¡Ha sido una pasada! – añadí feliz.- ¡Cómo me has follado el culo!- A mí también me ha encantado.- Es solo tuyo, en exclusiva. ¿Te gusta el culo de tu putita?- Claro – respondí para darle un morreo con todas las ganas.- ¿A que suena bien esto de vengarse? – me preguntó cuando nuestras bocas se separaron.- Sí. Sobre todo si es contigo. – añadí mordiendo aquellos gordezuelos labios.Cuando nos dimos cuenta de la hora que era y que Ernesto podría volver en cualquier momento, recogimos la ropa y nos despedimos con otro largo y apasionado beso. El sabor de su boca y de su lengua, era algo increíble que perduró durante un buen rato en mi paladar.Toda la noche estuve dándole vueltas a lo vivido en ese día tan especial, intentando poner en orden mi cabeza y en una balanza todas las cosas que tendría que valorar por interesantes o interesadas y las miles de preguntas que me hacía en todo este trance. ¿Mi trabajo?, ¿Mi novia?, ¿Mi futuro?, ¿Mi herencia…? ¿Realmente me compensaba seguir con la puta de Sofía? ¿Me quería ella realmente? ¿Debía olvidarlo todo y pasar página como si nada hubiera ocurrido? o quizás ¿Mandar a todos a la mierda y de paso perderme otra vez estar con mi amada suegra?Al día siguiente, el de la fiesta, acudí con mi cabeza todavía torturándome a cada paso, pero decidí asistir e intentar hablar con Sofía, quería saber de su boca que era lo que quería de mí. Si iba a considerarme un pelele, no estaba dispuesto, pero callarme tampoco me parecía la solución a algo que me quemaba por dentro. Podría ser mi fin con ella, la bodega, Mónica… pero tendría estaba dispuesto a romper con todo.Cuando llegué a la mansión de mi jefe, ya había un montón de invitados en la fiesta. Ernesto, precisamente, fue el primero en saludarme, luego me presentó a unos cuantos clientes, a parte de su familia, hasta que vi aparecer a Mónica. Llevaba el vestido marrón que compramos el día anterior y que ceñía a su cuerpo como una segunda piel, remarcando sus vertiginosas curvas y haciendo que todos los hombres desviaran la vista a semejante pibón. Yo el primero. Ella fue saludando sonriente a cada grupo de invitados hasta llegar a donde yo estaba.- ¡Qué guapo, Víctor! – dijo agarrando mi mano y observando mi vestimenta con aquel traje azul que realmente me sentaba muy bien.- Tú también, Mónica. ¡Estás deslumbrante! – respondí en bajito para que no me oyera su marido.- Gracias. Ven, vamos a bailar. – dijo tirando de mi mano.Yo miré a su marido que me dio su aprobación a sacar a su esposa a la pista, sin sospechar aparentemente nada de lo que ambos teníamos entre manos. Pobrecito, él era otro cornudo como yo.- Lo pasamos bien ayer, verdad cariño – me dijo en un susurro en mi oído.- Sí, fue algo inolvidable. – respondí acariciando su cintura, bajando hasta notar la curva que marcaba el comienzo de su culo. Notaba sus tetas en mi pecho y eso hizo que mi polla se endureciera casi de inmediato..- Gracias. Todavía siento palpitar mi culito. Tú ¿Cómo estás? – pregunto aprisionando mi polla entre nuestros cuerpos.- Confundido. – respondí nervioso y excitado al mismo tiempo.- Oye, no te quiero ver decaído. No se te ocurra romper con todo esto. Recuerda que es tu mejor momento para mantener tu trabajo, tus conocimientos, tu futuro en esta empresa y… ¡Tenerme a mí!Mónica se ofrecía como parte del capital que podría perder si echaba todo por la borda, sin embargo yo seguía con un gran dolor en el pecho y eso no me permitía dejar pasar todo como si nada.- ¿Dónde está Sofía? – le pregunté a Mónica.- Está cambiándose. Se ha quedado sorprendidísima cuando lo ha visto todo, con esta fiesta que ni sospechaba.Justo en ese momento apareció en escena mi novia en aquel jardín repleto de gente. Estaba resplandeciente, con un vestido azul de brillo, muy corto, mostrando sus piernas y estilizando su figura delgada con unos zapatos de tacón. Su espalda morena estaba al aire, se había maquillado con un rojo intenso en sus labios y llevaba su pelo recogido en un gracioso moño. Estaba realmente preciosa.- Hola cariño – dijo acercándose hasta mí y besándome en los labios, por primera vez, en público.- Hola. – respondí a su beso bastante tenso, pero sin saber todavía qué hacer.- ¡Vaya sorpresa! Estoy alucinada. ¡Gracias amor! Por fin podemos estar juntos sin tener que escondernos, ¿No?- Sí – dije escudriñando en el brillo de aquellos ojos la traición.- En cierto modo se acabará el morbo de nuestros encuentros peligrosos. – dijo sonriente dándome un piquito y un pellizco en mi culo.Mi primera idea era la de montar un pollo allí mismo, delante de todo el mundo, decirle a esa cara de niña buena, lo puta que podía llegar a ser, que se follaba a todo bicho viviente, sacar toda mi rabia, mandarles a todos a la mierda, de paso, pero al volver mi vista y observar la sonrisa de Mónica, me costaba romper con esa parte, además de poder perder mi trabajo y toda mi formación a nivel profesional. “Mente fría” – me repetía a mí mismo mientras seguía bailando con mi adúltera novia.Ernesto aprovechó un momento para hacer una seña y entregarme el famoso anillo de pedida con cierto disimulo. Me giré y tenía a Sofía justo pegada a mí que abrió los ojos como platos al ver lo que tenía entre mis manos. Apenas tuve tiempo de abrir la cajita cuando ella soltó unas lágrimitas de emoción.- ¿Pero, Víctor?- Sofía… yo… tú…Sin poder articular más palabras se agarró a mi cuello y me besó con toda la pasión haciéndome tambalear sosteniendo su cuerpo. Respondí al abrazo y al beso, sin poder evitar ese sabor dulce y delicioso de su lengua, sentir su olor, tener su cuerpo pegado y dejarnos llevar como otras tantas veces. Cuando abrimos los ojos, todos los invitados rompieron en un sonoro aplauso y Sofía se acarició el dedo con su nueva sortija de pedida. No hubo más palabras, justo en el momento en el que yo iba a pedirle explicaciones, los invitados nos separaron, llenándonos de felicitaciones, besos, palmaditas y abrazos.El último en darme la enhorabuena fue mi suegro, que además me pegó un abrazo intenso dentro de la tremenda confusión que yo tenía en mi cabeza.- ¡Felicidades yerno! Bienvenido a esta familia.- Gracias – respondí aturdido.- Gracias a ti por cuidar de mi hija y respetarla. Espero que la hagas muy feliz y que aprenda esos valores que tienes, hoy la veo y me parece menos niña. Espero que se convierta en una mujer… ¡En tu mujer!Las palabras de mi suegro me escocían, pero al tiempo no me veía con fuerzas de romper con todo y decirle la zorra que tenía por hija. Él seguía empeñado en que su hija era un cielo, una dulce niñita sin mácula, sin pecado alguno, quizás hasta pensara que era virgen y no lo que realmente era, una puta de tomo y lomo, una comepollas, que le había regalado su culito a su compañero antes que a mí. Las fotos malditas volvían a mi mente sin cesar.- Gracias también por hacer feliz a mi esposa. – dijo al terminar su abrazo.En ese momento no supe qué responder y es que tampoco estaba muy seguro a lo que se refería con esa frase.- Mónica te admira mucho… me lo ha dicho y que eres un gran chico. Además te ha cogido cariño, casi como a un hijo. Bueno, se puede decir que casi es tu mamá política y gracias a vuestra nueva amistad, conseguirás unir más a esta familia, algo que me hace mucha falta, que me hace tremendamente feliz y estar mucho más orgulloso de ti. .- añadió mi jefeEste tipo me dejaba totalmente flipado. Con lo listo que era para los negocios y para averiguar los pormenores de la bodega, estaba totalmente ciego con respecto a las mujeres de su familia, muy putas ambas, por cierto.Yo sin embargo no me sentía bien, seguía mareado, aturdido y furioso. No soportaba llevar semejante cornamenta. Me envalentoné, tomé un copa de vino casi de un trago, dispuesto a encontrarme con mi novia y decirle a la cara lo zorra que era y plantarle en su sus morros todo lo que había descubierto con su compañero de universidad. La busqué entre todos los invitados pero no la localizaba, cuando se cruzó Mónica conmigo de nuevo, la vi aparecer con aquel vestido ceñido y su movimiento de caderas y mi polla dio su obligado respingo bajo mi pantalón. Era algo instintivo, pero es que esa mujer me volvía loco.- Hola guapo. Tengo ganas de que me vuelvas a romper el culito con esa polla – dijo en un susurro en mi oreja, metiendo su pierna entre las mías con cierto disimulo.- ¡Mónica, por favor!- ¿Acaso no quieres?Aquella mujer era la bomba y conseguía excitarme cada vez más. Cuando quise reaccionar y contestarle algo, desapareció entre un grupo de invitados. Entonces fue cuando vi a Sofía. Estaba de espaldas hablando con un grupo de clientes muy importantes de la bodega. Esperé pacientemente a que terminara para pedirle cuentas y saber de su boca de puta lo que podría contarme. Observé su figura de espaldas, desde donde yo estaba, se la veía muy sexy con ese vestido azul corto, sus largas piernas, sus tacones, aquella espalda al aire, su moño recogido y el gracioso tatuaje de una tortuga sobre su nuca. ¡Estaba radiante!… pero ¡Un momento!… ¿El tatuaje?…Recuerdo perfectamente cuando la vi la primera vez en la bodega y se agarró el pelo, y descubrí aquel bonito tatuaje. ¡No era posible!Saqué mi móvil y empecé a visionar las famosas fotos del engaño una vez más, empezando por la famosa de mi novia a cuatro patas sodomizada por su compañero, cuando certifiqué que no aparecía su tatuaje en la foto. Amplié la imagen y comprobé que efectivamente no estaba, pero es que indagando más, tampoco aparecían sus dos inconfundibles lunares en su culito, justo en la parte interna de su cachete derecho. ¡La chica de la foto no era Sofía! Pasé el resto de las fotos y tampoco aparecían ninguna de esas pruebas, pero para colmo, fijándote con detenimiento se veía que eran fotos retocadas por ordenador.- Hola cariño – me sonrió mi novia al verme allí tras ella.- Hola.- Gracias por esta fiesta tan especial. Soy muy feliz. Te quiero – dijo dándome un beso tierno.No sabía dónde meterme, pero entonces me di cuenta de que todo había sido todo un engaño, todo minuciosamente preparado y urdido por mi pérfida suegra. Lo primero que pensé era ir donde estaba para decirle lo muy puta que era, por haberme puesto en esa situación tan al límite, pero luego lo fui meditando y pensé, como ella misma me había orientado y aconsejado, hacer la vista gorda para aprovecharme de las ventajas de todo esto.Abracé a mi novia en ese baile y me sentí aliviado al saber que todo era mentira, aunque por otro me torturaba la idea de haber sido yo el que la engañaba, ¡con su madrastra! Ahora mi alivio se convertía en remordimientos los que me pesaban por dentro.- Cariño, acompáñame. – me dijo mi chica tirando de mi mano sin que todavía pudiese reaccionar.Nos perdimos entre el grupo de invitados, metiéndonos en la casa y escaleras arriba llegamos a su habitación. En aquella estancia nos dimos un abrazo.- ¡Sofía! – dije mirando aquellos ojos de enamorada.- Me has hecho muy feliz, Víctor – dijo ella besándome con toda la pasión.Pese a mi incertidumbre, respondí a ese beso con todas mis ganas, agarrado a su estrecha cintura y disfrutando de los placeres de su lengua jugueteando con la mía. La que momentos era antes la adúltera había pasado a ser la cornuda.- ¿Sabes? No llevo braguitas bajo el vestido – me dijo agarrándome por la nuca con su cara prácticamente pegada a la mía.- Sofía, por favor… no me tientes que abajo hay más de cien invitados… tu padre…- ¿No te pone?- Sofía, ¿Me estás diciendo que follemos aquí mientras todo el mundo está en la fiesta allá abajo?- No. Exactamente quiero… ¡Que me folles el culo!- ¿Cómo? – pregunté alucinado.- Sí, quiero regalártelo, te lo has ganado – sentenció en una frase que me sonaba familiar.- Pero ¿Estás segura?- Te lo mereces cariño, has sido tan bueno conmigo y ahora, que mi padre siga pensando que soy su niñita, pero me produce un morbo terrible que me partas el culo estando él y mi madrastra allí abajo.No daba crédito a lo que oía, me parecía estar soñando de nuevo. Pero ella no estaba por la labor de poner dudas, trabas o impedimentos a lo que tenía más que decidido. Se apoyó en el marco de la ventana que ofrecía una vista de todo el jardín en el que los invitados parecían muy entretenidos. Levantó su vestido hasta ponerlo por su cintura, certificando que no llevaba ropa interior bajo ese sexy vestido. Su culo se me ofreció en pompa ante mi atónita mirada y mi polla no tardó en ponerse completamente dura bajo mi pantalón.- Vamos, no quieres ¿partirme el culito? – añadió meneando sus caderas de forma provocativa.Sabía que todo era una locura y que posiblemente los remordimientos seguirían torturando mi mente, en una confusión total de engaños, líos y dos mujeres ardientes que acabarían con mi racionalidad. Me bajé los pantalones y saqué a escena mi polla que palpitaba deseosa de un nuevo juego y un nuevo agujero donde meterse. Las primeras gotas salían por la punta y las esparcí por toda su longitud. Me acerqué hasta el cuerpo de mi novia y agarrado a su cintura pasé el glande por su chochito que ardía. Mi cabeza quedaba por encima de la de ella y podía ver a toda la gente allá abajo en el jardín. Era cierto, la situación no podía ser más morbosa.Metí mi polla en el coño de Sofía sin ninguna dificultad, haciendo que nuestros cuerpos chocaran y mis huevos rebotaran en su culo tras la embestida.- Cariño, por ahí no, ¿no quieres estrenar mi culo? – insistía ella con una provocación total.- Sí, pero no querrás que te haga daño.- En este momento no me importa. Solo quiero regalarte mi culito y que me lo folles. Es mi regalo. – dijo entre susurros con mi polla bailando en un suave baile dentro de su ardiente coño.Se la saqué y ubiqué la punta en el orificio posterior que estaba sonrosadito y se veía súper estrecho. No me veía capaz de traspasar esa puerta. Llené mis dedos de saliva y embadurné mi polla y el pequeño agujero, en el que pude insertar un dedo. Sofía ronroneaba como una gatita y se le notaba muy excitada, agarrada a las cortinas de la ventana de su habitación y observando a los invitados allá abajo. ¡Cómo le gustaba el riesgo a esa chica!Puse mi glande en la puerta del paraíso y con un pequeño impulso colé la punta dentro de ese orificio, algo que hizo que ella emitiese un pequeño grito.- Schhsss, nos van a oir – le dije en su oído apoyándome sobre su cuerpo.- No me cabe. – decía ella entre hipidos.- ¡Relájate putita! – dije sin pensar.Pensando que Sofía se iba a m*****ar, esa frase mía pareció encantarle y me regaló una sonrisa moviendo su trasero dispuesta a recibir el resto de la ración. Me agarré a sus caderas y fui avanzando con lentitud, intentando que ella se fuera adaptando al gran cacho de carne que se introducía en su ano por primera vez… para mí era la segunda en menos de 24 horas.- ¡Qué gusto! – decía ella en un reprimido gemido.Ese fue el indicativo para seguir avanzando hasta que cuando quise darme cuenta tenía toda mi polla metida en ese culito virgen.- ¡Me matas, Víctor! – repetía ella ahogando sus gritos en las cortinas de la ventana.- ¿Te duele?- ¡Sí! ¡Pero el gusto es mayor! – dijo en un gemido intenso.Levanté la vista y vi a través de los cristales la silueta de Mónica paseando entre los invitados, insinuándose y ofreciendo sus mejores virtudes. Al verla sentí una mezcla de celos, rabia, excitación… todo a la vez. En ese momento saqué mi polla hasta dejar solo la punta dentro del culito de Sofía, observar la redondez de su trasero, para luego volver a ver a Mónica tonteando con otros clientes y de un golpe fuerte le metí toda mi polla a mi chica en su culo.- ¡Ayyy!, ¡Dios! – repetía ella entre sollozos y gritos y su boca tapada por la tela de las cortinas.Aquello era una maravilla y mi tensión acumulada se concentró en mi polla que volvió a salir para entrar como un bestia de nuevo contra ese culo que empecé a follarme como un demente, solo agarrado a las caderas, mientras veía como las manos de mi chica se aferraban a las cortinas. Ya no había vuelta a atrás y ambos parecíamos disfrutar con algo increíblemente placentero, mezcla de dolor y de placer, ahogando nuestros gemidos aprovechando que la orquesta tocaba un rock a todo volumen. Siguiendo ese ritmo sonoro seguí metiendo mi polla una y otra vez dentro del culito de Sofía, hasta no poder aguantar más y correrme en su interior sin pedirle tan siquiera avisarla. ¡Qué polvazo!Aun pude ver la figura curvilinea de Mónica en el jardín cuando mi polla seguía escupiendo chorros dentro de ese inexplorado lugar. Cuando me separé de ese culito, las piernas de Sofía temblaban y un reguero de semen se deslizaba por la cara interna de sus muslos.Sofía se volvió y me besó con pasión. Sabía que le había gustado y que estaba dispuesta a repetirlo a partir de ese instante, solo viendo esa cara de felicidad. Pero vi en esos ojos, una vez más, algo más que pasión, realmente los ojos de enamorada.A partir de ese momento me di cuenta que tenía dos opciones: Decir la verdad a mi novia, contándole que me había follado a su madre, que había urdido un perverso plan, decirle también que le había roto el culo antes que a ella o de lo contrario hacer como si nada ocurriera, seguir trabajando en lo que más me gusta, convertirme en un reconocido profesional, pertenecer a una de las más envidiadas herencias de la provincia y tener a dos mujeres insaciables, ardientes, que me volvían completamente loco. Evidentemente me quedé con la segunda opción y seguí besando a mi novia para después bajar a la fiesta como si nada hubiera ocurrido.FIN© Juliaki ([email protected])

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